Coctelera: Un entretenimiento con hechos imprevisibles de grandes personajes

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COCTELERA es el nuevo titular de una serie de secuencias informativas en que narraremos hechos imprevisibles, ocurrencias, anécdotas de personajes reconocidos, además del ya consabido rincón del  humor. Disfruta de manera amena nuestras entregas diarias porque nos debemos a ti amable seguidor.

MARK TWAIN

Las ideas sobre moral sirven de poco si no se ponen en práctica en nuestras acciones. Como exponente de ello, se cuenta la siguiente anécdota de Mark Twain.

Estando ante un acaudalado personaje, este, haciendo gala de sus elevados ideales, le comentó que tenía la firme convicción de peregrinar a Tierra Santa y subir al monte Sinaí para leer en voz alta los Diez Mandamientos.

Entonces, Twain le replicó:

-Y, en vez de eso, ¿por qué no se queda aquí y los pone en práctica?

VOLTAIRE

Paseaba junto a un amigo por la calle cuando se cruzaron con una procesión precedida por un Cristo crucificado, motivo por el cual Voltaire se quitó el sombrero en señal de respeto.

Nueva Acrópolis – Voltaire– Os creía incrédulo en materia de religión– le dijo su acompañante, sorprendido por el gesto.

– Y lo soy– matizó Voltaire –Aunque Cristo y yo nos saludamos, no nos hablamos.

DIÓGENES

Conocido era el desprecio que sentía Diógenes de Sínope por las convenciones sociales. Tanto que, ello le llevó a vivir en el interior de un tonel.

En cierta ocasión, uno de sus discípulos le preguntó:

– Maestro, dinos ¿a qué hora se debe poner uno a comer?

– Depende, si eres rico puedes comer cuando quieras y, si eres pobre, siempre que puedas

ARISTIPO

Arístipo solía frecuentar la residencia del tirano Dionisio, a quien no dudaba en pedir favores de vez en cuando. Un día, Dionisio le preguntó por qué los filósofos suelen prodigarse en sus visitas a los ricos mientras que los ricos no frecuentan las casas de los filósofos, a lo que Arístipo respondió:

-Porque los filósofos saben lo que les falta, pero los ricos no lo saben.

ALEJANDRO MAGNO

Cierto día, fue a conocerlo Alejandro Magno, que lo admiraba, y lo encontró meditando al sol.

-“Soy Alejandro Magno”, le dijo, “y estaré encantado de facilitarte cualquier cosa que desees”.

-“Estupendo”, respondió el filósofo, “si quieres hacer algo por mí, entonces apártate, que me tapas el sol”.

NASRUDÍN

Nasrudín es un Mulá (maestro) de la tradición sufí que a través de sus anécdotas nos hace reflexionar acerca de sucesos de nuestra vida cotidiana.

Se cuenta que un día Nasrudín conversaba con un amigo.

– Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?

– Sí pensé -respondió Nasrudín. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.

Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita.

Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material.

– ¿Y por qué no te casaste con ella?

– ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.

SÓCRATES

Cuentan que al filósofo griego Sócrates (470 a.C.), se le veía continuamente paseando por el mercado principal de la ciudad de Atenas.

Un día, uno de sus discípulos le preguntó: “Maestro, hemos aprendido con usted que todo sabio lleva una vida simple. Pero usted no tiene ni siquiera un par de zapatos”.

-“Correcto”, respondió Sócrates.

El discípulo continuó: “Sin embargo, todos los días lo vemos en el mercado principal, admirando las mercancías. ¿Podríamos juntar algún dinero para que pueda comprarse algo?”

-“Tengo todo lo que deseo -respondió Sócrates-, pero me encanta ir al mercado para descubrir que sigo siendo completamente feliz sin todo ese montón de cosas”.

 

 

INCA PACHACÚTEC

Cuentan las crónicas que el Inca Pachacútec era un rey muy sabio, que gobernaba a su pueblo con justicia.

En cierta ocasión encontró un animal que había caído en una ciénaga, de la que con denodados esfuerzos intentaba salir. El inca, que era un hombre piadoso para con el sufrimiento ajeno, detuvo su comitiva, se inclinó ante el animal en apuros y le ofreció su brazo para que pudiera agarrarse, pero en lugar de hacerlo, tras mostrar sus afilados dientes, mordió ferozmente el brazo del inca, que intentaba salvarle.

La reacción del animal indignó a los cortesanos y rápidamente, se aprestaron a matarlo allí mismo.

Pero la sabiduría de Pachacútec supo ver más allá de las apariencias y detuvo aquellas manos vengadoras de sus súbditos.

-“No lo hagáis, dijo mientras alguien curaba sus heridas, pues ha reaccionado igual que los pueblos que están sometidos a la tiranía y la explotación, acostumbrados a recibir nada más que injusticias y castigos de quienes los gobiernan, no saben reconocer al principio el trato justo que aliviará sus males. Pero con un poco de paciencia y perseverancia hay que mostrarles que les ha llegado la hora de la liberación”.

Así fue en efecto, pues el Inca, con exquisita delicadeza, acarició la cabeza del animal, le habló con dulzura y, poco a poco, este salió finalmente de la ciénaga.

Y cuentan las crónicas que desde entonces fue el compañero fiel de aquél rey legendario, y jamás se apartó de su servicio.

Lo que no nos llegan a describir con exactitud es si quienes presenciaron la escena extrajeron de lo vivido la lección que su rey acababa de brindarles, y si eliminaron en sus conductas el abuso de poder, el afán por el lucro a costa de los demás y otros vicios frecuentes en los gobernantes, pero eso es ya otra historia.