50 años de la Residencial San Felipe: Cemento y corazón

 

Aquella noche de fines de julio de 1968, cuando llegamos con nuestra casa en un enorme camión de mudanzas al Conjunto Residencial San Felipe, aquel bosque de torres y edificios, iluminados escrupulosamente de cabo a rabo, obligó a mi familia tras ocupar el flamante departamento de Los Fresnos, a comprometernos con nuestro nuevo barrio. Luego nos integramos a esa idea de vivienda moderna donde se conjugaba la vida privada con la pública a través de sus arquitecturas y, con ello, lograr la integración social y el sentido de comunidad. Medio siglo después, observo la casa, los ascensores, los jardines, la memoria de mis padres, el retrato de mi juventud. Definitivamente soy otro, más viejo, San Felipe, no obstante, sigue siendo más joven que su memoria.

Veníamos de Surquillo –barrio popular de operarios y boxeadores– entre la sorpresa del acomodo y el glamur del pobre. Mi padre, que era un librero de textos poéticos, de pronto se le había presentado la virgen con el suceso de la venta masiva de Cien años de soledad, el libro de García Márquez que había instalado a Macondo en la sala de nuestro flamante departamento. Entonces tuve que cambiar de ropas, hablar sin carajos y matricularme en el ICPNA para estudiar inglés, pero urgente. Y desde esa vez me hizo falta tanto tiempo, para vivir. En la Residencial San Felipe conocí a mis mejores amigos, a las muchachas más bellas de mi existencia, a los placeres más atrevidos en medio de los sueños y los paraísos artificiales. Y de pronto se instaló la razón y ahí me puse a cantar boleros.
La idea de la Residencial San Felipe tenía de plan urbanístico como de estratagema política. El arquitecto Fernando Belaunde Terry apenas llegó a la Presidencia de la República en 1963 recompuso la idea de las unidades vecinales que venía desde los gobiernos de Odría y Prado y propuso respuestas particulares en la búsqueda del bienestar del ciudadano moderno. Lima después del llamado “desborde popular y crisis del Estado” a la manera del maestro José Matos Mar necesitaba reorientar la urbe capitalina en medio del tejido de crecimiento económico y social del país. Lima siempre fue una ciudad desarticulada y así se procuró construir pequeñas ciudadelas como respuesta a los retos de las dimensiones política, cultural, urbana y arquitectónica que habitaban en esa complejidad cultural del Perú en su proceso de modernización.

El conjunto se inauguró en 1966 pero el proyecto venía de antiguo. Dividido en tres etapas, se construyeron los 1,599 departamentos en 5 estilos distintos. Cuando le entregaron la llave a mi madre no le estaban adjudicando una casa sino un futuro distinto. El nuestro era un dúplex (dos pisos) con sala, comedor, cocina y lavadero. Teníamos además cuatro dormitorios y dos baños amén del balcón y los pasadizos. Al frente un inmenso jardín y más allá el más grande al que llamamos “El bosque”. Cuando llegamos aquella noche fuimos de las primeras familias que se había mudado a San Felipe, así que conforme pasaban los días, me convertí en una suerte de guía para los nuevos vecinos. Yo sabía dónde quedaban las bodegas, la iglesia, las botillerías, en ese orden. A mis trece años me vino la madurez de la juventud, leí a Marx, escribí poesía, me computé Teófilo Cubillas, me enamoré de todas mis vecinas y me rozaba con los árboles para creer que ese lugar existía realmente.

Nosotros construimos la iglesia y lo que quedó trunco luego del Golpe de Estado de Velasco Alvarado. Ese 3 de octubre de 1968 los vecinos de la residencial enmudecimos y nos arrebataron gran parte de nuestra alegría. Sin embargo, luego retornó la democracia y hemos sobrevivido a Alan García y Alberto Fujimorí que no es poca cosa. Mientras, aunque sigan faltando un complejo deportivo, un cine y una biblioteca, se ha logrado mantener la necesidad de vivir en barrio. Aquí hemos construir un tejido social de respetarse y apreciarse entre vecinos. Así, junto a Jesús Ruiz Durand, José Carlos Huayhuaca, Patricia Marín, Héctor Béjar, Cherman Quino, Julio Pérez, Edmundo Murrugarra, Abraham Lama, Tomás Escajadillo, Bruno Mendizábal, Gianfranco Brero, Agustín Haya de la Torre, Sinesio López Jiménez, Hugo Crespo y Mariella Stuart, no he podido ser más feliz.

La urbe y la modernidad

Arquitecto y urbanista, Sharif S Kahatt en su libro Utopías construidas, Las unidades vecinales de Lima, elabora una teoría que revela las dimensiones política, cultural, urbana y arquitectónica de los proyectos de las unidades vecinales de Lima desarrollados entre 1945 y 1975. Respecto a la Residencial San Felipe dice que es una prolongación a otra escala del modelo de las unidades vecinales. Sus habitantes viven entre parques, alamedas, patios y plazoletas. Una ciudad para el peatón y todo lo necesario para la vida moderna al alcance de la mano. La conservación de San Felipe estimula la vida en comunidad, que constituye el fin último del proyecto.

 

 

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