A 80 años de la muerte del gran Felipe Pinglo

 

Felipe Pinglo Alva, el más grande compositor criollo, falleció un día como ayer, el 13 de mayo de 1936,¡hace 80 exactamente 80 años, sin haber cumplido 37 años!, pues había nacido el 18 de julio de 1899. No obstante, produjo las obras más significativas del cantar popular, siendo considerado el Bardo Inmortal.

Sus biógrafos, familiares, amigos y compositores, han tratado de blindarlo, no aceptando que falleció de tuberculosis, pero nuevos aportes dan por cierto que falleció de TBC. En esa época era prejuicioso tener tal enfermedad.

Tampoco se ha querido aceptar que abandonó su hogar, ya casado, para irse a vivir, en 1932, a La Victoria, cautivado por un amor moreno y su hinchaje por Alianza Lima, club al que dedicó 6 de sus principales composiciones.

También le quisieron hurtar sus temas y su viuda, Hermelinda, debió entregar el 50% de lo que una empresa cinematográfica le pagó por derechos de autor para filmar “El Plebeyo” en 1952.

Cuando se habla de Felipe Pinglo Alva, todo amante de la música criolla sabe que se trata del más grande compositor de la música peruana, que vivió en la pobreza, que gustó de las jaranas y que le brindó a su patria un giro musical y social al nuevo cantar popular, que entonces aún mantenía marcada ligazón con lo extranjero. Digamos que Pinglo le puso identidad al vals criollo. Y eso nadie lo discute. Ahí están sus bellas obras El Plebeyo, El Huerto de mi Amada, Pasión y Odio, Obrerita, El Canillita, La canción del Labriego, Sueños de Opio, Mendicidad, Amor Iluso, que Lima y el Perú entero cantaron a plenitud a mitad del siglo que pasó, cuando la música criolla vivió su época dorada, fulgurante. Pinglo vivió 36 años y diez meses. Produjo de 1916 a 1936. Solo 20 años. Pero, ¿cómo fue su vida? ¿De qué falleció? ¿Cuándo abandona el hogar para irse a La Victoria y componer “De vuelta al Barrio”?.

Todas estas interrogantes, que no estaban debidamente documentadas en los libros de consulta en la Biblioteca Nacional, me obligaron a investigar por mi cuenta, hallando una serie de incongruencias que aquí trato brevemente, pero que serán ampliadas en un libro de próxima publicación.

Algún tiempo después de fallecido Pinglo, ni sus amigos más íntimos ni su familia, ni mucho menos quien ha escrito tanto sobre él, como Aurelio Collantes, han aceptado que su muerte fue producto de la tuberculosis.

Pero otro muy buen compositor, Pedro Espinel, compadre de Pinglo, compone un vals a un año la muerte de Felipe, donde da a entender de qué murió. Se llama “Fin de bohemio” y en una estrofa dice: Aire es lo que quiero, sirve para vivir. / Es esta tos maldita, que mi pecho agita / rasgándolo sin cesar, con su acceso / tan terrible, que me hace sangrar.

Los criollos pinglistas afirman que no se refería a Pinglo, cuando el propio Espinel me declaró que si y que incluso está publicado en una edición del diario “La Prensa” de mayo de 1938. Y otro investigador acucioso y escritor reconocido, Manuel Zanutelli Rosas, da nuevos testimonios en un libro “Pinglo, a un Siglo de distancia”, publicado en 1999.

Y sobre su ida a La Victoria, Aurelio Colllantes, su más fiel biógrafo (y escudero, también) afirma que ocurrió entre los Centenarios de la Independencia (1921) y de la Batalla de Ayacucho (1924), cuando Pinglo estaba soltero. No obstante, mi condición de periodista deportivo y conocer la trayectoria de Alianza Lima, club al que Pinglo le dedica seis de sus temas, me hizo investigar, con la resultante que Pinglo abandonó su hogar en 1932, para afincarse en esa nueva urbanización, tentado, además de su hinchaje por Alianza Lima, por el amor de una morena, Victoria, de la familia Valdelomar.

Recién en 1934 regresa a su hogar y compone “De Vuelta al barrio”. En abril de 1936 ingresa al hospital Dos de Mayo, de donde se va a su casa para morir el 13 de mayo.

Pero en mayo de 1952, la Productora Galindo Hermanos, de México, gestiona filmar la película “El Plebeyo”, solicitando permiso, pagado, a la viuda Hermelinda, quien se ve sorprendida por un músico chepenano Pedro A. Montalva, quien en 1930 elaboró la partitura de “El Plebeyo” para ser estrenado por Alcides Carreño, en el novísimo teatro “Alfonso XIII” en el Callao, con acompañamiento orquestal. Pero el muy vivo de Montalva, hizo firmar a Pinglo y luego lo hizo él, registrando esa y tres canciones más de Pinglo, “Rosa Luz”, “Pasión y Odio” y “El Huerto de mi Amada”, también como suyas en la Biblioteca Nacional.

La viuda, Hermelinda, le hizo juicio, que lo perdió, y debió ir a medias con los 20 mil soles que pagó la empresa mexicana por los derechos de autor. ¡Ni muerto podía descansar Pinglo! Figura en el diario “´´Ultima Hora” del 27 de mayo de 1952.

Recién ese mismo año otro gran compositor, Eduardo Márquez Talledo, es el principal gestor para fundar la Asociación Peruana de Autores y Compositores, APDAYC, que registra esos valses como solo de Pinglo y retira el nombre del tal Pedro Montalva.

Pero en 1939 el presidente de la República, general EP Oscar R. Benavides, hace dar una ley al Congreso, prohibiendo temas que fuesen contrarias a las buenas costumbres y la paz social, lo que le permitió, luego, una ordenanza de radio prohibiendo la difusión de sus valses “El Plebeyo”, “La Oración del Labriego”, “El Huerto de mi Amada”, “Pobre Obrerita”, “El Canillita” y “Mendicidad”. El celebre compositor Manuel Acosta Ojeda sostiene que esos temas fueron prohibidos, porque sus letras subversivas habían sido escritas por el “enemigo del orden” Víctor Raúl Haya de la Torre, en ese tiempo desterrado. Reitero que este breve texto es solo una síntesis de lo que sustentaré, documentadamente, en un libro de asegurada publicación. Hasta la próxima.

 

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