A todos mis amigos

 

Hace unos días, grabé un escueto perfil, evocando un poema maestro, que escuchara reiteradamente en las viejas noches de bohemia que compartí con “El Tío Pichón” Archimbaud.

Algunos comentarios de mis alumnos, me alertan sobre la posibilidad de haber dejado a mis queridos lectores en la encrucijada de la incomprensión. Y no puedo permitirme una cosa así. De modo que luego de una somera explicación adicional, voy a darle vuelta al poema convirtiéndolo en “Fábula de Camelot”. Si pues. Ese bosque encantado en cuya misteriosa fronda el viejo Mago Merlín, preparó al joven Arturo, para cortar de un solo tajo el nudo Gordiano y así remover el peñón que encerraba el misterio de su próximo reinado.

En primer lugar “La Reina” custodiada por “Los Cuatro Coroneles”, no era otra cosa que nuestra alma. “El coronel Blanco”, se  refería a nuestros anhelos, a las relaciones inteligentes y -en otras palabras- a “las buenas maneras”, que antiguamente se enseñaba a las personas.

El “Coronel Rojo”, aludía a las soluciones violentas y a esos impulsos desesperados que nos estrellan contra lo imposible.

“El Coronel Negro”, era “La Tristeza”, esas ganas de sentarnos a llorar en desamparo, cuando entendemos que todo ha sido en vano , mientras se nos va el amor, o naufragan nuestros sueños.

Con el Tiempo, “La Reina” –o sea, nosotros mismos- se siente abandonada por todo y por todos mientras “su Reino”-sus ilusiones- se derrumban de modo irremediable. Pero en la vorágine de sus dolores, sigue a su lado, inconmovible y valeroso, “Su Coronel Verde”.- Y la moraleja, va en copla que dice: “De todos los colores/ te brinda el verde/ Porque las esperanzas… Nunca se pierden”.

“EL REY HERIDO”

Hablemos ahora de ese “Rey” que somos todos, no bien tomamos el comando de nuestras decisiones y empezamos a luchar por la vida.

El tramo –por lo general- es largo y el combate sumamente desigual. Por algo, el sabio “Merlín”, dice  a ese que será Rey: “La lealtad y la gratitud, son las dos flores más extrañas en el jardín de los humanos”.-  Sin embargo –y contra toda advertencia- el “Rey” se empeña en la lucha. Teje amistades, hace alianzas… y… se enamora, también. Pero el viejo Merlín, “adivina” que el sólo hecho de “ser Rey”, lo pone en peligro y entonces, convoca magistralmente a “Cuatro Hadas”, que tratarán de hacerle más llevadero el camino del poder y de la vida.

El “Hada Blanca”, es “el buen corazón”, que hace al Rey, prodigar esfuerzos , favores, protecciones y sacrificios, en favor de amigos, familiares y camaradas. Andando el tiempo, “El Hada Blanca”, no obstante sus poderes. A veces, sólo alcanza a consolar al Rey por sus desengaños y el naufragio de su fe.

Aquellos a quienes el desavisado “Monarca” defendiera “a todo pecho”, le olvidan, lo critican y lo que es peor, a veces—inexplicablemente- se convierten en socapados, pero implacables, enemigos. Esto, herirá inevitablemente al Rey, que restañando sus heridas, tratará de entender el naufragio, lo cual, inevitablemente, le hará sufrir aun más.

Entonces, “Merlín”-a quien podríamos llamar “El Destino”- envía en auxilio de su protegido, al “Hada Roja”, que le impulsará a luchar contra “Los Molinos de Viento”, a pesar de los golpes que el “Rey” seguirá sufriendo. Entonces “Merlín”  destina al “Hada Negra”, a cumplir la difícil tarea de enseñar al sufriente, los difíciles artes de la resignación y el olvido… hasta los límites de lo posible, en ambos casos.

Pero, sucede que “Los Ogros del Mal”, también tienen sus genios del sufrimiento, que siguen castigando al Rey, auxiliados por ese juez y verdugo que se llama “El Tiempo”, que va mermando las fuerzas del herido. A la par de cerrarle todas las puertas que pudieran brindarle amparo.

Entonces,  de un inesperado manantial, surge “El Hada Rosa” que brinda amor y consuelo al “Gran Herido”, acompañándole en su final lucha contra tan terribles enemigos. El “Rey” que jamás perdió el valor, se empina sobre sus derrotas y ofrece su “Última Batalla”, con más denuedo que nunca. Y aquí, el narrador -que es buena gente- ofrece a sus lectores dos finales para escoger.

Uno: se casa con el Hada, halla el “Tesoro de los Nibelungos” y ambos viven felices, comiendo perdices, o herido de muerte el Rey muere en los brazos de su providencial aliada, en tanto Merlín  aparece en la copa de un árbol, ve venir a lo lejos la última tarde y examina con un solo ojo, el lecho de amores que los amantes ya no compartirán, en secreto conjuro extrae el corazón del Rey, revelando al mundo que sencillamente, era de oro y lo entrega al Hada Rosa que enjuga un silencioso llanto.

Entonces, el mago, consuela al hada y le entrega el tesoro, convertido en cenizas  que ella guarda ceremonialmente en “El Cofre de los Recuerdos”, mientras el alma de ese Rey que murió luchando, se desvanece en polvo multicolor que por bendición suprema, viajará indetenible a la “Región de las Estrellas”… donde esperará a su amada… por toda la eternidad.

 

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