Al día siguiente del Acuerdo de Paz: ¿Narcoguerra? (II)

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La construcción de la paz en las regiones del narcotráfico, tras la entrega de armas y el retiro de los guerrilleros de las FARC es uno de los retos más complejos  para la construcción de la paz, en medio de los sicarios de Don Otoniel quien ahora funge de rebelde y pide una “solución política” para que se olviden de sus crímenes.

Era un secreto a voces que las FARC cobraban cupos o impuestos de guerra a los carteles del narcotráfico por lo que conocían  al dedillo no solo la ubicación de los laboratorios clandestinos sino de las rutas de la cocaína, al extremo de que les acusó de brindar protección a los transportes del alcaloide.

En ese sentido, los sicarios  preferían guardar distancia  con guerrilleros que los superaban en tropas y poder de fuego, lo que cambiará radicalmente con la entrega de armas de los guerrilleros para abocarse a los cultivos lícitos.

Al respecto, el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, señala que en los últimos 30 años el principal obstáculo para la sustitución de los cocales eran las guerrillas pero que, con el Acuerdo de paz, las FARC, “se convierten en aliadas, en un paradigma de 180 grados”.

El mandatario recordó que las FARC fueron una pieza muy importante en el negocio de la coca, no por ser narcotraficantes sino por lucrarse de esta actividad ilícita.

“Que el primer productor de cocaína pueda ser más efectivo en su lucha por sustituir la fuente de este narcotráfico, o por lo menos reducirla sustancialmente,    es un paso muy importante”, señaló.

 Nuevos carteles de la droga

Como era de esperarse, desde el otro lado de la orilla, los carteles colombianos han puesto en marcha su “plan B”, ante el inminente alejamiento de los guerrilleros, convertidos en agricultores sin poder  de fuego, aunque consolidados en su organización.

Tras la caída de los carteles de Medellín y Cali, con la muerte de Pablo Escobar y el encarcelamiento de las familias Ochoa y Rodríguez Orejuela,  la mayor parte del negocio de la coca recayó en el Norte del Valle del Cauca, al Suroeste de Colombia.

https://www.youtube.com/watch?v=rkBiZWwf7os

El derrumbe de los sucesores en el alto mundo dela droga empezó  en el año 2008 cuando uno de sus jefe; Wílber Varela (a)  Jabón, fuera asesinado el 28 de enero y sus otros dos cabecillas ,Juan Carlos Ramírez Abadía, (a) Chupeta, y Diego León Montoya(a)  Don Diego, fueran capturados, lo que hizo disolver la organización.

El Cartel de la Costa Atlántica operaba desde la ciudad de Barranquilla y en la Región Caribe en el norte de Colombia, bajo la batuta de Alberto Orlandez Gamboa (a) “Caracol” quien fue extraditado a Estados Unidos en el año 2000 y condenado a 40 años de prisión en 2005.

https://www.youtube.com/watch?v=hILP_qpFwVo

En 2006 se produjo la captura de Salvatore Mancuso, comandante y narcotraficante de las Autodefensas Unidas de Colombia, apodado con los alias de Santander Lozada o Triple Cero. Mancuso se desmovilizó del grupo paramilitar en 2005 y fue extradito a los Estados Unidos en 2008.

El 24 de septiembre de 2002, el gobierno estadounidense emitió un comunicado donde manifestaba que los líderes de las AUC eran responsables del envío de varios cargamentos de drogas que tenían como destino los Estados Unidos y Europa:

«El Departamento de Justicia está haciendo cargos en contra de los líderes de las Autodefensas Unidas de Colombia por traficar más de diecisiete toneladas de cocaína hacia los Estados Unidos y Europa desde 1997. En el informe de incriminación, cinco cargos de narcotráfico fueron establecidos en contra del líder de las AUC Carlos Castaño y otros dos miembros del comando paramilitar, Salvatore Mancuso y Juan Carlos Sierra Ramírez» precisa el documento.

También estuvo relacionado con el empresario italiano Giorgio Sale por el lavado de activos y narcotráfico. Gran parte del dinero fue destinado al grupo paramilitar, mientras que otra parte era utilizada para realizar varias inversiones en inmobiliarias colombianas e italianas.

El factor Otoniel

En las zonas rurales de Urabá, en el oeste de Colombia, opera Dairo Antonio Úsuga Daniel (a) “Don Otoniel”,  un exguerrillero convertido en el narcotraficante más temible del  continente  al que llegaron a rastrear unos 500 hombres sin poder cercarlo.

Se considera que le  siguen la pista alrededor de 1.200 miembros de los grupos de elite mejor preparados del país, que tienen a su disposición unos 15 helicópteros, algunos de ellos helicópteros de guerra Black Hawk.

Su organización, conocida como el Clan Úsuga, tiene tentáculos que no solo se extienden a gran parte del país y más allá, como lo demuestra el hecho de que varios de sus miembros fuesen capturados en Brasil, Argentina, Perú, España y Honduras).

Otoniel reemplazó al frente del grupo a su hermano Juan de Dios Úsuga David, después de que éste murió en un enfrentamiento con la policía el 1 de enero de 2012 durante  una “narcofiesta” de fin de año.

Los crímenes de los que se acusa al clan Úsuga, dedicado fundamentalmente al narcotráfico, incluyen homicidio, extorsión, minería ilegal, desplazamiento forzado y portación de armas de fuego.

https://www.youtube.com/watch?v=cYagOqwF4wI

El Departamento de Estado de EE.UU., que ofrece una recompensa de US$5 millones por información que lleve a la captura de Otoniel, describe al clan Úsuga como “una organización criminal fuertemente armada, extremadamente violenta”.

La vida de Otoniel puede verse como una acumulación de capas geológicas de la historia de la violencia en la Colombia de las últimas décadas.

En los últimos 5 años la policía confiscó más de 2.300 armas a los  hermanos Úsuga que, de acuerdo a los expedientes se vincularon a las FARC y después ,en un giro de 180 grados, a los derechistas paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia.

En 2005 ese grupo se desmovilizó pero los hermanos se unieron a las filas del jefe narco Daniel Rendón Herrera, alias “Don Mario”.

Cuando éste fue capturado en 2009, Otoniel y Giovanni quedaron a cargo de la organización.

Francisco José Morelo Peñata, alias “El Negro Sarley” (muerto en una operación policial en abril de 2013), tenía una relación sentimental con una de las hermanas de Otoniel, según la policía, y era el segundo de la organización tras la muerte de Giovanni.

La pareja de Otoniel, Blanca Senobia Madrid Bengumea (a) “La Flaca”manejaba las finanzas del grupo hasta que fue capturada.

Aunque se trata de un grupo dedicado al narcotráfico, el clan Úsuga busca recubrirse de una capa de barniz político bajo el nombre oficial de Autodefensas Gaitanistas de Colombia, en alusión a Jorge Eliécer Gaitán: un referente de la historia política del país, asesinado en 1948, cuando podría haberse convertido en presidente.

El clan editaba un periódico, El Gaitanista, distribuido principalmente en Urabá, que era una suerte de exposición de los manifiestos políticos del grupo que dirigía Abimael Coneo Martínez, alias “Torta”, considerado el cabecilla pseudopolítico de la organización también fue detenido.

Ante el avance de esta nueva lacra del narcoitráfico, la orden presidencial y del ministro de Defensa fue tajante: que las fuerzas no abandonen Urabá hasta haber capturado a Otoniel y toda la estructura del clan.

El interés del gobierno por atrapar al narco es tal que al frente de los 1.200 hombres que lo persiguen puso a cuatro muy altos mandos.

Son Ricardo Restrepo Londoño, director de narcóticos; Enrique Rodríguez Peralta, director de la Dirección de Investigación Criminal e Interpol (DIJIN); el director de inteligencia policial, Jorge Vargas; y el director de carabineros y seguridad rural, Luis Eduardo Martínez Guzmán.

En lo que va del operativo sus fuerzas decomisaron más de 5,5 toneladas de cocaína, destruyeron laboratorios, erradicaron cultivos ilícitos y lograron importantes detenciones, más de 30.

Don Otoniel respondió con “paros armados” en la región”exigiendo” que se les considere Q”rebeldes políticos” y que,al igual que el Acuerdo de Paz con las FARC, se suscriba con ellos otro pacto similar que les permita cubrir sus crímenes, para lo cual incendiaron buses y casas. Tras la paz con las FARC se escuchan ahora tambores de la narcoguerra.

 

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