Así habló “El Indio”

 

“Yo no creería en un dios que no supiera bailar”. –Esta frase me vino a la memoria, mientras bailaba el danzón “Caldo de Oso”, nada menos que con la filmstar mexicana Leticia Palma, en el palenque caliente del “Tenampa”, al son de los cueros y metales de una súper orquesta que por esos tiempos, era al yanoyá de México lindo y querido, que iba superando la era del mambo que inventó “Un Chaparrito con Cara de Foca”, según decían los paisanos de “Cantinflas”, para referirse a Pérez Prado.

Yo me vacilaba por cortesía de Don Emilio “El Indio” Fernández, cuya simpatía me gané en segundo intento, luego de cantar a todo pecho “La Barca de oro”, con el mariachi “Perla de Occidente” que hacía tiempo entre dos escenas de una peli dirigida, por el citado monstruo de la cinematografía azteca.

-“¡Ora si te doy la entrevista y hasta un tequila nos echamos!”- me gritó haciendo bocina con las manos, para luego estrujarme el esqueleto en un abrazote de pronóstico reservado.

“El Indio”, era, -como no todos saben- un personaje de película. Actor, Director, charrazo de los firmes y descubridor de Pedro Armendáriz, a quien rescató de su chamba de guía turístico, para convertirlo en una suerte de “alter ego” de sus propias personificaciones.

Con él, hizo toda una serie de pelis sobre la Revolución, además de “La Cucaracha”, disputándose el amor de “La Doña”, María Félix, para los no enterados.

Resulté cayéndole bien, por mi atrevimiento de largarme a cantar en su estudio, cuando no hacía mucho que se había echado al pecho a cierto bromista que se atrevió a molestar a las “extras” en una pausa entre filmaciones.

Sólo horas más tarde, entre danzón y copas –yo, cervecita nomás- supe de sus propios labios embigotados, que había sido yunta del mismísimo Al Capone, cuando el cuate de mi cuento, aterrizó en Chicago, sin más fortuna que una cuchilla automática y sus ganas de armar broncas, para lo cual tuvo amplia cancha, gracias a las andanzas de tan poderoso amigo.

Más tarde, nadie sabrá jamás cómo, ancló en los estudios “Churubusco”, donde hizo de todo un poco, hasta que gracias a su estampa de neto indio olmeca, debutó como extra en algunas producciones donde se urgía peleas a trompadas y no pocos balazos -de utilería en tales casos-.

Gradualmente, fue ascendiendo, hasta que se convirtió en actor y Director de filmes que resultaron exitosos, por su exaltación del macho mejicano y el tratamiento de temas candentes como “Tijuana”, “Barrio Rojo” y la abominable “Las Poquianchis”, que presentaba la prostitución desde sus ángulos más aberrantes.

Fuera de estudios, en lo que suele llamarse “vida real”, este personaje de leyenda, había despachado a -por lo menos- tres infortunados que se cruzaron en su camino. Sin embargo la ley charra, siempre encontró la manera de dejarlo suelto, después de inevitables-y muy breves- temporadas de enchirone.

– ¿Y cómo así te me engallaste a cantar jalándome el mariachi?”- me preguntó a quemarropa-. “Bueno, Don Emilio. La verdad es que me encomendé a Dios y me tiré al palenque, nomás”, le dije acertando el tiro una vez más, esa lejana tarde.

Una tremenda risotada, estremeció al “Tenampa” y ahicito nomás, cogiéndome la rienda, “El Indio”, me soltó su discurso acerca de Dios y sus presuntos mandatos.

Para empezar, me dijo que sólo los “güeyes”, andaban creyendo que se irían al cielo. Fíjate nomás que a estarse ahí sentadotes dizque a la diestra del Viejo Mayor y …por toda la Eternidad… ¡No hombre! ¿Y qué me haría yo, con tremenda aburridota? Si a mí me van a dar algún premio, en la otra, pos que sea en un buen “Tenampa”, con una mesota de tequila, mariachis de los “güenos”, unas cuantas “chaguaconas”, como las que aquí tienes y un buen cuate atrevidazo como tú, para irla platicando”.

– Después me preguntó si todos los “periodiqueros” peruanos, eran tan “aventados” como yo, a lo cual, no supe qué contestar limitándome a sonreír por sobre la espuma de la desabrida chela mejicana.

De la despedida y las “chaguaconas”, no me pregunten, porque hay cosas que salen sobrando para caballeros sin memoria. “El Indio” se portó conmigo como un príncipe y luego, cada cierto tiempo me enviaba una postal, o algunas fotos de sus trabajos en el cine.

Un mal día, supe que se había ido de este barrio y nunca he podido imaginar si en el otro, en vez de un “Óscar” por sus hazañas, el buen Dios, le habrá otorgado eso que para dicho tremendo charro, era el mejor premio de todos los siempres.

Ahora, hablando entre nos. Yo si creo que hay otra, después de esta, pero sin cielos monocordes ni infiernos aterradores. A lo mejor, sólo es un cambio de giro en el negocio y hasta es posible que volvamos por estas canchas, incluso, corregidos y aumentados.

Nunca he hecho mal a nadie y por lo que he pasado en este largo capítulo de la telenovela, no creo haberme ganado un fin de fiesta que se aleje mucho a lo planteado por “El Indio”.

De cualquier modo, mejor digamos como el oportunista Pascal: ”Creamos en Dios, porque si existe, lo habremos ganado todo. Y si no existe, no habremos perdido nada”. -Hasta la próxima. Digo, si hay otra…¡Hasta mañana!

 

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