Brasil vuelve a ser el más grande

 

La medalla de oro lograda por Brasil en fútbol masculino en Río 2016 pone en aprietos a quienes buscan una explicación de cómo Pelé, en el país de la samba, no es el único que calza como futbolista fuera de lote.

Brasil es una inagotable veta de futbolistas de mágica trascendencia y con tan suficiente argumento asumió su participación en Río 2016 con el encargo de obtener el único título ausente en las vitrinas de la CBD.

Con Neymar a la cabeza y un grupo de mozalbetes con ubicación top en Europa se embarcó Brasil en el compromiso pactado donde el único desconocido era el entrenador Rogerio Micale un NN graduado en la escuela de entrenadores de Tangamandapio.

Tras el titubeante inicio con sendos empates ante Sudáfrica e Irak, el Scratch se afirmó hasta acabar en estado de gracia con el título en el bolsillo gracias a la eficacia en los penales y la anotación de Neymar en el disparo de los doce pasos definitivo.

Es una constante, salvo algunos baches muy efímeros, que Brasil no deja de tener chapa de candidato al título en cuanto certamen participa. La mayoría de las veces levanta el cetro y muestra su inagotable fuente de futbolistas de la jerarquía de Neymar, su más reciente aparición.

De hecho hay una corriente de seguidores del fútbol brasileño que no ven en Neymar como el gran crack descomunal que pueda opacar a Romario, Zico, Sócrates, Dunga, Bebeto, Ronaldo, Ronaldinho y una larguísima lista que llena el rico historial del fútbol auriverde.

Lo actual, lo certero, lo que se palpa, nos pone ante un equipo brasileño que fue capaz de sacarse la espina de un título olímpico largamente deseado pero esquivo en todas las intentonas anteriores.

Brasil está nuevamente en la cumbre del elogio y el asombro al dar una lavada de cara a su fútbol bonito, el que le da tantas satisfacciones y del que nunca podrá apartarse.

El fútbol bien jugado, de vértigo preciso, de talento y magia, está de vuelta para refregarle en su cara a los alemanes que el título mundial que lograron en Brasil 2014 fue porque el Scratch hizo una siesta. Solamente eso. Una siesta con pegamento con disolvente encontrado por Neymar y compañía para que el despertar tuviera un amanecer de cielo limpio.

Pelé es el rey del fútbol brasileño cuyo trono jamás podrá ser ocupado. Eso ya nadie discute. Cae todo ello en aquella afirmación que sostiene que hay que vivir el presente porque el pasado no tiene futuro.

Al fin de cuentas los brasileños tienen que estar de acuerdo que buscar un nuevo rey es pérdida de tiempo. Con Pelé lograron tres títulos mundiales, sin Pelé consiguieron otros dos más.

Con Neymar en pleno apogeo y la madurez de su carrera podrá ser el referente que lidere la nueva aparición que vaya por la autopista que busque en Rusia 2018 el nuevo título para saciar su apetito de logros que nadie puede quitarles de la cabeza.

Los súbditos con brillo emergente encabezados por Renato Augusto, Luan, Walace, Rodrigo Caio Marquinhos, todos ellos campeones olímpicos en el histórico título logrado en el Maracaná, podrían ser los nuevos integrantes de la nueva legión que lleven al juego bonito a otra conquista mundialista. Están advertidos, Rusia 2018 tiene un aspirante. Y qué aspirante.

 

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