Cambio ministerial y discurso insuficientes

 

La crisis de confianza y de institucionalidad no disminuirá con las expresiones de buena voluntad del Presidente ni con los cinco proyectos que alcanzó al Congreso. El asunto es de fondo. Se requieren políticas audaces en asuntos cardinales como la solución a los conflictos laborales en salud y educación, la promoción de la minería, la reforma judicial, la reducción de la informalidad, la reforma política y la batalla contra la inseguridad y la corrupción.

Un factor positivo que recorrió el discurso presidencial fue el buen manejo que hizo el Ejecutivo de la emergencia generada por El Niño costero durante la cual logró aglutinar la sensibilidad y la solidaridad nacional. Un gran logro pero no todo se resume en él. Hay demasiada desconfianza, desconcierto, temores de anarquía posible por desgobierno.

Todos queremos creer en un mejor segundo año, ojalá signado por la cooperación y no por la confrontación permanente. Hacer política significa atender sus dos caras, el conflicto y el consenso. Demasiado colisión conduce a la suma cero de los esfuerzos lo que de hecho paraliza al país como está sucediendo. De ahí que la distensión derivada del diálogo con Keiko Fujimori diera esperanzas al país. Pero no puede ni debe quedarse en la foto, debió reflejarse en un acuerdo programático y en un equipo ministerial de ancha base.

Nada de eso hay. Nada de novedades ni por el cambio ministerial ni por el mensaje presidencial. El ciudadano de a pie que siente el discurso como un conjunto de palabras ajenas, desligadas de la realidad que padece. Nada cambiará si el Gobierno se complace en el fraseo y no aspira a hacer política otorgando privilegio al diálogo y a la negociación con naturaleza permanente. Con resultados que deben obtenerse con firmeza, sin avances y retrocesos.

Necesitamos esperanzas pero con seguridad. La Revolución social que PPK ofreció hace un año a partir de los servicios básicos, todavía no se percibe. Tampoco los puestos de trabajo ni la modernización del Estado.

Y es que ante el Congreso abundaron frases hechas aunque faltaron los aspectos de fondo. Aquellos que atienden las protestas sociales que se radicalizarán e incrementarán sin la debida atención en sectores claves como educación y salud. Faltaron las vías que nos permitirán acceder a ese sistema judicial honesto, predecible que es indispensable para luchar contra la corrupción. Y ello no se podrá lograr sin el debate constructivo entre los partidos.

Estamos en una etapa difícil que no se superará si los políticos continúan dando preferencia al escándalo y a las anécdotas, si no exhiben capacidad de acercamiento y de abordaje de los principales problemas del país. La discrepancia se ha hecho permanente y llega a los medios no para la construcción sino para la distorsión y para el aprovechamiento que se refleja en las generalizaciones críticas y abusivas con ostensible ausencia de propuestas.

Esa no es la política que necesitamos para afianzar la democracia y salir del hoyo en que nos encontramos.

 

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