Chespirito: Un genio cómico que sigue presente

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Ha pasado un año desde ese 28 de noviembre en que el gran cómico Roberto Gómez Bolaños partió a mejor vida. Un año que se fue rápido, definitivamente, porque se le sigue sintiendo presente gracias a las repeticiones televisivas, o los videos de YouTube, siempre garantía de un buen rato y muchas risas.

Los personajes de Roberto Gómez Bolaños eran tan geniales, como sus inolvidables libretos. Tan buen guionista era que sus propios colegas artistas lo apodaron Chespirito, pues escribía con el talento de un Shakespeare chiquito, Shakespearito, y de ahí pasó a Chespirito.

Humor del sano, así podríamos describir el legado artístico de Chespirito que supo divertir sin calateadas ni insultos gratuitos. El Chapulín Colorado y sus hazañas heroicas a pesar de su constante torpeza, el Doctor Chapatín con sus achaques, Chaparrón Bonaparte en medio de las chiripiolcas, en fin todas sus creaciones eran de antología.

Pero el más querido era el Chavo del 8 y sus amigos de la vecindad que marcaron época en Latinoamérica. Dicho programa cómico era un reflejo de la sociedad, donde se exponía la convivencia entre diversos vecinos, desde la madre y el hijo que se sentían superiores, el holgazán buena gente, la solterona y el niño huérfano de buen corazón.

Los diálogos y chistes del Chavo son recordados por los televidentes que reímos a mandíbula batiente y muchas veces los traemos a colación en reuniones con amigos. ¿Quién se olvida del capítulo de los churros, donde Doña Florinda finalmente reconocía la valía de su vecino Don Ramón?.

Los episodios en que el Chavo, Quico, la Chilindrina y sus demás compinches sacaban de quicio al Profesor Jirafales, arrancándole el consabido tatatata. Los inoportunos golpes con que el personaje de Chespirito recibía al dueño de la vecindad, el sufrido y regordete Señor Barriga.

Si uno pregunta a cualquiera que siguiera las andanzas del “niño” más querido de México te podrán contar de sus episodios favoritos, el “juicio” al Chavo por atropellar al gato de Quico, la vez que el Señor Barriga iba a botar a Don Ramón y la Chilindrina de la vecindad, cuando todos fueron al cine y sobretodo el viaje a Acapulco, que significó el fin del ciclo del elenco original.

Las remembranzas son muchas y cada cual tiene sus favoritas, por ejemplo a título personal tengo presente cuando fui al teatro a ver al cómico en la obra 11 y 12, la inolvidable oportunidad de ver su talento en vivo y poder aplaudirlo en agradecimiento por tantos buenos ratos y risas que permanecen en mi memoria.

Siempre habrá críticos, como es el columnista de un conocido medio de comunicación que no disfrutó del trabajo de Chespirito. Todos tienen derecho a opinar, pero resulta triste que alguien no supiera sacar provecho de las sanas ocurrencias del ídolo azteca.

Ahora, habría que deslindar todo lo positivo del legado artístico que Gómez Bolaños nos ha dejado de las tan difundidas rencillas con sus compañeros de reparto que han servido de comidilla para la prensa internacional. Lo cierto es que en todos lados se cuecen habas, pero hoy toca recordarlo no con lágrimas sino con una sonrisa de agradecimiento que seguramente él hubiera preferido.

 

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