¿Cómo reaccionará la Iglesia tras el Óscar?

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En el mismo momento que el genial Morgan Freeman leía el nombre de Spotlight (En primera plana) en el sobre destinado al Óscar a Mejor Película, se volvía a desatar la polémica sobre la pedofilia sacerdotal que aborda tan intensamente este filme. A meses del estreno (en Lima sólo hablamos de semanas), las aguas se habían calmado en Estados Unidos, ahora todo se reaviva.

La pregunta que ronda la cabeza de muchos creyentes, y no creyentes, es ¿Cómo reaccionará la Iglesia frente al reconocimiento mundial de esta película? Este columnista sostiene que tanto el Vaticano como todo el catolicismo en especial, vuelven a tener la oportunidad perfecta de demostrar con hechos fehacientes y determinaciones extraordinarias que se quiere superar de una vez por todas la crisis ocasionada por los actos pedófilos de sacerdotes contra niños y niñas.

Los pasos que la comunidad mundial espera de parte del Vaticano son claros y específicos. Se quiere volver a oír una confesión sincera y amplia de todas las acusaciones de pedofilia. Tan abierta, que la Iglesia Católica entregue las denuncias de TODOS los casos donde se sospecha de violaciones contra niños y niñas inocentes. Sin detenerse a ninguna de estas dos acciones tan usadas en el pasado (y que las pruebas determinan se siguen realizando en la actualidad): Investigar por cuenta propia la veracidad del crimen y mantenerse callados hasta que la acusación traspase las eclesiales puertas a la justicia humana.

El deber de toda institución es acudir a las autoridades pertinentes (la policía, fiscalía, etcétera) para que ellos realicen la investigación. La Iglesia no está por encima de las leyes, la pedofilia es un delito y a pesar del rompimiento de los votos y mandamientos, debe prevalecer el hecho delictivo, para ser tratados como corresponden: sospechosos de un crimen. Lo otro es refugiarse en la sotana para tener “un tratamiento especial”. Eso no se puede dar.

La rehabilitación, el alegato de la enfermedad mental, no deben asumirse por cuenta propia. Las llamadas “casas de acogida o reclusión” donde se encierran a sacerdotes pedófilos podría parecer una solución frente a los casos de silencio y reasignación de pastoral (a otro rincón del país o el mundo donde el degenerado pudiera encontrar nuevas e inocentes víctimas). Pero se recae nuevamente en decisiones que a la Iglesia no le corresponden. El criminal debe ir a la cárcel, pagar sus culpas con las precariedades e injusticias de cualquier hijo de vecino. Las leyes nos hacen iguales.

En el caso de la pedofilia, la jerarquía católica no puede lucir más empañada. Ya no se les acusa únicamente de violadores de niños, sino de encubrir esas violaciones. La enfermedad y la depravación tristemente existen en cualquier grupo humano, pero cuando se les esconde ya se vive un ambiente de complicidad que se torna en la deserción y la indignación de los fieles.

No hace mucho leí a un sacerdote expresar que la denuncia de Spotlight (En primera plana) es un tema del pasado. Lo es, claro, en Boston. La pedofilia cometida por sacerdotes existe desde más allá de la Edad Media, es un cáncer en el seno de la Iglesia y hoy con las actividades misioneras y la omnipresencia de la Iglesia se ha regado. Al igual que lo bueno llegó lo malo y se le ha permitido coexistir.

Para esta tarea titánica de “limpiar la Iglesia” se necesita del esfuerzo de todos. No sólo del Papa Francisco (un hombre de loables intenciones), sino de todas las congregaciones (que se comporten como una unidad y no de forma egoísta o sectaria), de los laicos (que no estamos limpios de culpa, ¿cuántas veces hemos callado?), de los hombres y mujeres violentados en el pasado, que digan su verdad, a pesar del doloroso recuerdo. Ello servirá para salvar a niños de las garras de estos depredadores. Actuemos como Jesucristo hubiera actuado frente a este problema. Me queda claro que Él hubiera protegido a los pequeños por encima de todo.

El Óscar para En primera plana es la oportunidad perfecta de asumir sin miramientos una posición definitiva contra los sacerdotes pedófilos. Ya no se puede aguantar más.

 

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