Corrupción y mediocridad, males que hay que combatir

 

En los últimos días la ciudadanía viene tomando conocimiento de una serie de hechos que hablan muy mal del comportamiento de algunos personajes del mundo político. A pesar que sus actos lindan con el delito, o son tales a la luz de la ley, los responsables tratan de minimizar la gravedad de los mismos o buscan el apoyo cómplice de otros para salvarse de la sanción punitiva a la que se han hecho merecedores.

Los episodios protagonizados por el congresista Edwin Donayre Gotzch, sancionado judicialmente por peculado en agravio del Estado; el del también congresista Roberto Vieira Portugal, acusado de exigir una coima a cambio de un trámite en el Ministerio de la Producción; el del igualmente congresista Héctor Becerril Rodríguez, a quien una empresa constructora lo ha denunciado por exigir un soborno a cambio de obras públicas; en cada caso con pruebas de por medio, forman parte de esta triste historia de corrupción que impera en el país.

Hay muchos más, tan es así que el emblemático proceso investigativo conocido como “Caso Lava Jato”, que involucra a expresidentes, entre ellos Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, y la siempre derrotada excandidata presidencial, Keiko Fujimori, es la demostración de una de las causas más dolorosas que tienen postrada la posibilidad de desarrollo social y económico del país. La corrupción tiene su propia historia. Es de larga data, desde inicios de la vida republicana, pero ahora llega a niveles que antes se ocultaban, debido a la fuerza del poder político manipulada por el poder económico.

Los personajes de estos hechos están recurriendo a una serie de maniobras para librarse de la carcelería. Cuentan al respecto con la asesoría de abogados hábiles para demostrar lo indemostrable, utilizan la amenaza oral e inclusive métodos más peligrosos en perjuicio de los administradores de justicia, agravian a los periodistas que ponen al descubierto sus malos pasos. La reciente agresión al fiscal José Domingo Pérez por huestes keikistas, la denuncia del periodista Gustavo Gorriti, director del portal IDL-Reporteros, a quien tratan de silenciar, la actitud del congresista César Segura, presidente de la Sub Comisión de Acusaciones Constitucionales, acusado de blindar a Héctor Becerril y al fiscal Pedro Chávarry, revelan la actitud extremista de quienes hacen gala de cinismo y de franca identidad con la corrupción.

No es la primera vez que se denuncia esta calamidad. La hipocresía es la reina de tal comportamiento. Como ya se ha calificado, la hipocresía se ha convertido en un arte para amordazar la dignidad. Mediante ella se silencia el escrúpulo de los seres incapaces de resistir a la tentación del mal. Más aún, coincidimos en precisar que el estiércol que estimula el desarrollo de la corrupción, viene afinando la capacidad de mentir. Los sentimientos por los valores y los principios no existen. El rufianismo, la indignidad, forman parte de su actuación diaria. Olvidan, sin embargo, que en estos tiempos hay mayor posibilidad de una prensa libre y de una ciudadanía en capacidad de combatirlos. Llegará el momento en que no podrán utilizar el salvoconducto que les brindan sus cómplices, para burlar el peso de la justicia.

 

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