¿Crisis de la representación o representación de la crisis?

 

La vida nos enseña que siempre hay tiempo para la reflexión. Si somos propensos a cometer errores, estos pueden ser superados. Alejarnos de la capacidad humana de pensar y repensar, solo sirve para perpetrar inconductas que, más temprano que tarde, le hacen daño a quien las cometió, sino también a cuantos forman parte de su entorno. Por eso, es aconsejable seguir lo recomendado por aquel que, tiempo atrás, expresó que dentro de la existencia humana, resulta razonable, a veces, dar un paso adelante y, si es inconveniente lo hecho, es preferible dar dos pasos atrás.

Este es el mensaje, creo, que debe tener presente la mayoría apro-fujimoristas que controla, con frecuencia, con exceso de soberbia y hasta matonería, los predios del Congreso de la República. Dos pruebas al canto: El apoyo brindado al magistrado Pedro Chavarry Vallejos, quien a decir de la Comisión Permanente del Congreso, no merece sanción alguna a pesar de las evidencias que lo involucran en el delito de organización criminal y encubrimiento personal, por sus presuntos vínculos con “Los Cuellos Blancos del Puerto”. Igualmente, la displicencia con que viene actuando respecto a la aprobación de los cinco proyectos de ley para la Reforma Política, planteadas por el Poder Ejecutivo, luego de una consulta al electorado que, abrumadoramente, demanda que se hagan realidad y, de esa manera, limpiar de impurezas que tanto abundan dentro de la fragilidad de nuestra democracia.  Hechos estos, que en el primer caso han causado indignación ciudadana y, por otro lado, rechazo del gobierno que se ha visto obligado a dar paso a lo que prescribe el artículo 133 de la Constitución Política del Estado, que se remite a la presentación de una “cuestión de confianza”, que de ser rechazada podría originar la disolución del actual Congreso.

Razones le acompañaron a Vladímir Ilich Uliánov, para dejar testimonio de lo que pensaba respecto al futuro de sus ideas, como tampoco faltaron estas a José Ingenieros, quien refiriéndose a la degeneración del sistema parlamentario adocenado, cita que, en el mismo, los apetitos acosan a los ideales, tornándose dominadores y agresivos, haciendo oídos sordos al clamor del pueblo, donde esas mayorías se apiñan para alcanzar alguna migaja de la merienda. Es el clima de la mediocridad.

En las últimas horas parece ser que el ánimo reflexivo va ingresando en los predios del Congreso y hasta en lo que corresponde a ese  campo infame de falsos predicadores de moral, que no ajustan su conducta a sus palabras. Ojalá que ese ánimo siga creciendo y que, al Poder Ejecutivo no le tiemble el pulso. El Perú exige una vida política en verdad democrática.

 

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