Criticas ácidas que causan desaliento

 

En estas últimas semanas algunas personas con cierta figuración mediática afirman que el país carece de gobernabilidad. Es cierto, no son muchos quienes se dedican a impulsar esta campaña, pero también es verdad que ellas están animadas en su despropósito, de crear un estado de ánimo ciudadano que desestabilice la vida en democracia. De por medio hay una gran dosis de irresponsabilidad y frente a ello debemos de llamar a la ponderación. Hay una suma voluminosa de problemas sociales y económicos, los mismos que demandan una actitud propositiva, más que criticas ácidas que causan desaliento y que terminan haciéndole creer a la población que el Perú no es  capaz de superar sus más graves problemas.

A quienes no tienen la capacidad de reflexionar seriamente y enrumban sus palabras por el camino de la destrucción cívica, cabe la posibilidad de hacerles ver que el ciudadano, por su propia condición social, se encuentra involucrado en un particular complejo de modos de ser y de hacer resultados de una concreta manera de organizar la vida, que siendo antecedente irrenunciable, le condiciona también de recibir el aporte personal de cada cual.  Esto nos compromete a todos para reforzar los mecanismos de funcionamiento de una sociedad que busca una vida mejor.

Es evidente que quien escribe estas líneas suscribe también la idea de que la política es la forma más excelsa de la calidad, después de la religión. Lo expresado nos hace pensar que hay necesidad de actuar en las relaciones humanas con la predisposición de hacer el bien por los demás y no caer en la actitud contradictoria, en la cual los actos responden a las determinaciones de la voluntad de dominio. En este último caso es cuando la política de aparte de su finalidad última y degenera en opresión, en acumulación de poder y de símbolos  que son su expresión, y en egoísmo individual o grupal que lastima perniciosamente a la sociedad. La conducta destructiva solamente sirve para profundizar ese cuadro de opresores y oprimidos que hay que superar.

Lo anterior y a la luz de lo que ha ocurrido durante décadas en nuestro país, anima también a pensar hasta qué punto entendemos que hablar de democracia nos lleva, igualmente, a advertir que se trata de una actitud en la vida social, una filosofía política, una técnica y una forma de gobierno. No es malo reflexionar y reconocer que ello nos permite saber que tenemos nuestros propios errores y que bien podríamos, superar los mismos y, de esa manera, entender que la democracia nos sirve para evocar una actitud según la cual todos y cada uno de quienes forman la nación, participen en el disfrute del bien común.

La realización de esto no es tarea fácil. Tampoco se trata de ponerle una mordaza a nadie. Al fin y al cabo una sociedad política, construida  a la medida de la persona humana, es el sustento de la democracia, la misma que para serlo, necesariamente debe ser pluralista. Y en ese camino hay que transitar. Los obstáculos, las piedras que se van colocando, deben ser superados por quienes verdaderamente piensan en una patria mejor para todos.

 

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