De amores y maldades

 

Los sabios de la Antigua Grecia, nos legaron la ciencia en sus diversas facetas, la filosofía y, sobre todo, un viejo cuento de trampas y traiciones que ellos habían transitado ya, dolorosamente, además.

Lo llamaban “Democracia”, si bien el clarividente Jorge Luis Borges, siglos más tarde, habría de consagrar al susodicho chiche “un abuso de la estadística” y nada más. El viejo bebedor Sir Winston Churchill, por su parte, tranzó concediendo que “es el menos malos de los sistemas”.

En fin, cada cual puede creer, lo que más le guste y yo, no me enojaré por ello, pero, a la larga retahila de frases más o menos celebradas, que acuñaron los sabihondos del ayer, lejano o inmediato, el también sabio Andrés, “Pichón” Archimbaud -mi llorado tío putativo- añadió una precisión que tuvo a bien obsequiarme, cierta bien regada noche en el café “Mario”. Y dice así: “Hay un juez y verdugo, que se llama “El Tiempo”. Y habría de añadir el profesor Vicuña, campeón de carambolas de fantasía y paseos por el Jirón de La Unión: “Si los judokos volaran… el sol estaría oculto”-guárdame esa flor en tu mejor florero, compadrito.

El buen Sócrates dijo cierta vez a su collera discipular: “El matrimonio, es una escuela para el hombre. Si la mujer que elige es buena, él será feliz. Y si es mala, él será filósofo”. Y él bien tenía porqué saberlo. Y aquí entre nos, todo parece ser posible desde que el despistado Catón “Vitocho”, mató a Paniagua… dos veces, porsiaca.

Hace un tiempo, yo vi en el desentierro de un brujo malero, allá por las alturas huaringanas,  un “cantarisapo enriquecido con la foto de cierto mal colega “revesero” y gran maestro de la calumnia” y  el “Maletazo”. No sé quién habría encargado su “embotelle”, pero semanas más tarde empecé a ver los efectos en la agonizante carrera de tan odioso personaje, que tanto daño nos hizo entre calumnias y falsedades.

Si pues. Resulté sabiendo sin averiguarlo, que en el más reciente escenario de sus canalladas, lo ampayaron en el complot que él veía como su consagración final a la dirección de un medio.

El candidato destinado al “serruchazo”, tuvo buenos amigos que lo defendieron a tiempo, (lealtad ante la cual confieso mi envidia) y el perverso enano, resultó echado a patadones  el periódico del cuento.

Se lo conté al “Maestro Chaskero” y este hombre misterioso, me comentó: Pero aún falta lo peor. Algo que empieza con un dolorcito a la cintura. ¿Será? Dije… ¡Que va a ser!… de la medianoche hasta el amanecer. Este es un dato para la historia, de esas que se contaban antiguamente al pie del fogón, como se dice.

En cuanto a las “Once mil vírgenes”, no sé si creer en ellas, porque la vida me ha mentido mucho y la única virgencita firme. Frankestein que he conocido, vivía tranquilina al fondo de mi viejo llonja de la calle Guadalupe. Ahí, protegida por un vidriolo, que el vecindario compró haciendo “chanchita”. No sé lo que habrá sido de esta gloriosa reliquia de la santidad, pero bien podría, que hasta un par de milagretes me hizo, a mí que no suelo ser santo de devoción alguna. Hasta mañana.

 

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