De chapas y contrachapas

 

Resulta que a mi querido hermano Héctor, le molesta -a estas alturas del partido-, que yo lo siga llamando “Gorilyn”, no obstante  tal apelativo, es el que lo identifica entre todo el agonizante mundo  periodístico, de estas amargas horas.

En vano le digo que el periodismo, es como el toreo. Es decir, que sin “chapa” nadie existe, o que le cite a cierto millonario español, llamado Manuel Rodriguez, que fue y será por siempre “Manolete” hasta después de muerto.

A mí, mis amigos me llaman “Perro Mundo”, lo cual alude a mi exitosa columna de “Última Hora”, de tal manera, que mal haría yo, en enojarme cuando alguien me “chapea” de tal modo. En mi viejo barrio, me llamaban “Niño Dios”, pero esa, es otra historia.

Y a quienes -quién sabrá nunca porqué- pretenden adosarme ciertos agraviantes epítetos, quiero recordarles que “yo, soy alegre, pacífico y de corazón fácil”, como un festejado personaje de García Márquez. Pero, que parodiando al inolvidable “Karamanduka”  de “La Palizada” y como buen criollo: “si se ofrece tirar trompadas, siempre he tenido disposición”.

Claro que existen  “chapas” y “contrachapas” y algunas hay, que generando piconerías, acompañan al –o a la- agraciado/a,  hasta la consumación de sus gracias. Y conforme le recordaba a mi hermano Roberto Mejía, honorable Rector de la Universidad Bausate, en mi antigua bohemia, había graciosos que solían cantar: “si vas a Calatayud/pregunta por la Dolores/ Que es una chica muy guapa/ y amiga de hacer favores”.

Pero el novio de la agraciada, solía contestar a grito pelado: “Si vas a Calatayud/ pregunta por el Marqués/que también hace favores… Pero los hace al revés”. En fin. Hay chapas y contrachapas. Unas –como las amantes- cariñosas, y otras belicosas, como a mí han solido alumbrarme.

Y ésta nota -no sé por qué – me hace recordar a una noche, “cálida y sensual” como diría mi hijo Willy, en que compartíamos el asiento posterior de un socorrido coche acompañando al –aunque alguna gente diga lo contrario- genial periodista Don Raúl Villarán Pasquel, que iba en busca de su consejero sentimental. Un “mosaico andino” de hirsuta bigotera, que chambeaba en un perdido cafetín cercano a la Plaza México.

“El Gordo” -como también lo chapeaban- Villarán relataba a su “consigiglieri”, una de sus tantas desventuras amorosas y esperaba sumiso, esa suerte de consuelo que suelen entrañar los chamullos  de buen corazón. Cuando en eso, “Bigote”, le reprochó: “Si pues, Don Raúl, pero la otra noche y recordando que usted siempre me dice que “Todo el mundo conoce a los famosos”, le pregunté a un parroquiano, si sabía quién era  Agustín Lara. Y él me respondió que “naranjas verdes”. Ante lo cual, el “Gordo”, como de rayo, le respondió: Es que así no se pregunta. Tú tenías que haberle cantado: “Farolito que alumbras  inquieto, mis noches desiertas”-y él en seguida te hubiera dicho “Agustín Lara”. Hay que saber preguntar pues, con chapa o…contrachapa. Algo así –digo yo- sucede cuando -periodísticamente hablando-, se me ha ocurrido preguntar por José Luis Sifuentes y el preguntado, después de meditar un rato me ha respondido: “Ah…. “Piolin”… Claro. Hubiera usted comenzado por ahí….” Porque en este caso, la “chapa” se ha sobrepuesto al nombre y parece que así quedará por siempre. ¿Qué les parece?… Hagan su pilita antes de acostarse y sea cual fuere la circunstancia… Cumplan siempre lo que dice la señora… Así, quizás, con suerte, hasta su buen cariño se ganen, conforme dicen los piuranos. ¡Guáaaa!.

 

Leave a Reply