De genios y poetas…

 

Desde que vine a este mundo, me interesaron siempre las cosas del otro y si me preguntan de cuándo a acá, responderé tan solo, que por puras razones del más allá.

No obstante, nunca he pretendido predicar al respecto y comprendo, por igual a quienes creen en la Sarita y a quienes temen la aparición de San Tapu Tolaca tocando la matraca.

En cuanto a las casas embrujadas, yo nunca he creído en ellas, pero como se dice “porsiaca”, jamás las visito y mucho menos a media noche, hora en que las sacavuelteras se vuelven brujas.

Así las cosas y a pesar de mis asombros, siempre he tratado de explicarme algunos misterios que tiene la vida, terminando por entender, que, efectivamente,”hay otros mundos, pero están en este”,- guárdame esa flor.

En lejanos tiempos que aún recuerdo, trabajaba yo, como Jefe de Magazines en un diario que por entonces, tenía de columnista estrella al recordado y genial Luis Felipe Angell “Sofocleto” que en dicho tiempo además, era mi amigo.

Por razones que él hubiera explicado, tan talentoso humorista, se proclamaba marxista-leninista- materialista y dialéctico, menjunje político que gracias a “Tata Lindo”, jamás he podido entender, a pesar de los diferentes carteles que suelen colgarme mis simpáticos enemigos, a quienes el querubín correspondiente les vigile el guardafango.

“Don Sofo”, se encerraba en la oficina de Dirección-deshabitada por ausencia de Guillermo Thorndike- entre cuyas cuatro paredes, escribía sus importantes columnas, consumiendo además, suculentos potajes que le traían del “Crillón” y él- desplegando otra de sus innumerables habilidades- firmaba con una rúbrica irreprochablemente falsificada justificando una adición a los tantos “vales” que por igual concepto, solía suscribir el Director en aras de su exquisita y pantagruélica gula.

Demás, está contarles que cuando “Don Sofo”, llegaba al diario y hacía ingreso por la “Avenida Wilson”, se topaba de manos a boca con el fotógrafo Hitotuchi, con el cual intercambiaba pesadísimas bromas que concluían cuando el columnista de 1.95, levantaba al chaturri reportero nisei para luego zambullirlo en un cilindro basurero del cual, el chinito regordete, emergía trabajosamente para dispararle una serie de insultos que tan solo provocaban una “anacreóntica” carcajada de Luis Felipe.

Bueno pues, cierta tarde, mientras yo, arengaba a mis redactores, poniendo las “comisiones” para la siguiente edición, vi de reojo, pasar a “Sofo” a carrera desbocada en pos de la puerta salediza.

Me asombré porque no había nada que –a mi juicio- justificara tal embalada.

Alcancé al pata-ya en la vereda callejera- y le pregunté la razón de su despavorida fuga. Y entonces me lo explicó.

Otra de las víctimas habituales de sus despiadadas –y abusivas- bromas, era el “Chino Vásquez”, por tal entonces “ya en el cielo”, que le había pegado el susto de su vida.

Resulta que mientras “Don Sofo” escribía, empezó a sentir que “alguien” le tocaba repetidamente la espalda y le tiraba de la camisa. En principio, él, creyó que se trataba de Hitotuchi, que ensayaba una tímida venganza por sus aventones al muladar, por lo cual, se limitó a decirle: “Ya, suéltame chino”…”Ya me estás cansando, oye perro de chifa” – y galanterías de ese calibre, hasta que se cansó del jueguito y se volvió rápidamente, decidido a ajustar las cuentas a su habitual contra bromista.

-“Y en eso, lo vi…hermano…”- me dijo.-¿A quién? Pregunté- ¿A Hitotuchi?…-¡No!- me aclaró.-“¡Al Chino Vásquez!…por eso, salí corriendo”.

-“No pues, compadre”- le retruqué. Si tú, además de ateo, eres materialista convencido…¿cómo vas a salir ahora, creyendo en fantasmas?

Y entonces, poniéndose más serio que Don Agustín Merino a la hora de cobrar facturas, me semi explicó: “No pues hermano. Si hace cien años, alguien te decía que ibas a ver al Papa sermoneando a través de la tele, tú hubieras creído que era una locura. Ahora, el asunto es común y se llama televisión. Así, algún día habrá una explicación para el fenómeno que acabo de vivir”.

-Y en eso quedamos, porque discutir con los genios, es tarea inútil como hube de entender por esos sabrosos días en los cuales, tanto Don Raúl “El Gordo” Villarán, como mi inefable “amigo” Guillermo Thorndike y el propio “Sofo”, solían repetir como un “mantra”, cierta frase de Orson Welles, según la cual: “Entre el genio y la locura…la hoja mellada de un cuchillo”.

-Así lo viví y lo sufrí también yo, que apenas soy algo avispadillo nomás….afortunadamente.

 

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