El crimen perfecto (FIN)

 

Ayer recordábamos, la serie de augurios y advertencias que recibía el Gran Julio César, acerca del peligro que correría su vida, durante los idus (días) de marzo. También señalamos, el desprecio que el político y guerrero, dispensaba a esta clase de premoniciones. No obstante, al ingresar al Senado, veintitrés puñaladas (envidia, venganza, deslealtad y traición), acabaron con su vida, en lo que representó un crimen que pasaría a la Historia. Volvamos ahora, a la crónica noticiosa del 44 a.C. y a la paradoja de su ejemplar mensaje.

La puñalada del traidor

Antes de cubrirse la cara con la toga -para que nadie gozara su agonía-, Julio César alcanzó a distinguir entre los asesinos, a su ahijado –y protegido- Casio Bruto, a quien le espetó asombrado, una frase que por siempre estigmatizaría a los ingratos y traidores: “et tuu fiili”(¿Tú también, hijo?).

El historiador Cayo Suetonio Tranquilo, atribuyó a Antisio, el médico que hizo la autopsia del ilustre asesinado, la siguiente sentencia: “de todas las heridas, la segunda, recibida en mitad del pecho, probablemente inferida por Bruto, pudo haber sido la de necesidad mortal”.

La historia se repite

Siglos más tarde, el genial Jorge Luis Borges, pergeñó un cuento según el cual, un “Tayta” gaucho, participa en desigual pelea a cuchilladas, en una “tapera” de la pampa.

Víctima de la superioridad numérica y ya, herido de muerte, el bravo mechador, atisba entre sus atacantes a su ahijado predilecto y alcanza a decirle, antes de expirar: “Pero che… ¿Vos también?”
Y afirma el alucinante narrador de “El Jardín de Senderos que se Bifurcan”, que dicho guapo “sólo murió, para que se repita la Historia”. Triste historia de la traición, la ingratitud y la cobardía humana….¡Hasta mañana!

 

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