El dolor de la pobreza no se remedia con parches o maquillajes

 

El ministro de Economía y Finanzas, Alonso Segura, ha dicho que los programas sociales que lleva a cabo el actual gobierno, atienden a distritos con más del 40 por ciento de pobreza. Me parece bien, aunque debería tener mayor cobertura. Ha señalado, además, que las transferencias están condicionadas a que los beneficiarios cumplan obligaciones que consisten en participar en chequeos médicos, llevar a los niños al colegio, entre otras. Cosa que igualmente lo veo positivo, aunque tengo dudas de su eficacia. La intención es plausible, pero tanto los que llevan el beneficio estatal como los que lo reciben, no están asumiendo sus tareas con la mayor responsabilidad. Por tanto es urgente un monitoreo a manera de supervisión. La lucha contra la pobreza, está demás decirlo, lo exige.

Por lo demás y allí mi crítica, la elaboración de una política social no se hace por partes, a manera de parches o de maquillajes sobre la piel herida. En realidad debe ser encarada como factor de desarrollo humano integral, vinculada e interdependiente con la generación de recursos, la consolidación, profundización y expansión del crecimiento, el ahorro interno y una adecuada inversión productiva, tanto en el orden industrial y agrícola, como en el bienestar y la seguridad social. Tal la verdadera preocupación por los más pobres.

Pero allí no queda el asunto. Va más allá, si realmente se quiere desarrollar una política social. Esta deberá responder coherente y eficazmente a la escasez y carencias humanas, discriminatorias y abusivas y, sin embargo, evitables en las condiciones de habitación, alimentación, salud, educación, preparación y calificación para el trabajo y de ingreso real que sufren millones de peruanos por su obligada ubicación en una rígida y extrema estratificación social.

Formulo tal alcance sobre la base de experiencias anteriores que buscaron más la gratitud dependiente de los excluídos antes que acatar el mandato de la justicia social. En ese sentido, considerar la reforma social como un complemento a las políticas de ajuste puestas en marcha por el neoliberalismo, puede conducir al país a nuevos fracasos en los objetivos y aspiraciones a un legítimo y urgente desarrollo integral, aumentar las frustraciones y desesperanzas a nivel de los más pobres y de los trabajadores y, diría, nuestro pueblo, perder una excelente oportunidad histórica y aumentar las condiciones de inestabilidad democrática y degradación humana.

Pienso que es cuestión de decisión política, cualquiera sea el tiempo que haya por gobernar. En ese propósito, desprovistos de ventajas electorales, necesariamente se debe asumir en todas sus dimensiones, los necesarios cambios en las políticas aplicadas, para ubicarlas en un contexto más amplio, que por lo demás es objetivo insistentemente mencionado en los foros nacionales e internacionales: el desarrollo integral y autosostenido.

¿Lo hará el actual régimen? Un poco difícil. ¿Lo asumirán más que como promesa, como compromiso ineludible, los candidatos de todas las tendencias? Más que difícil. Es que nadie está identificado con el verdadero clamor del pueblo que sobrevive en pobreza.

 

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