El elector no es un ser abstracto e intemporal

 

El Jurado Nacional de Elecciones se ha pronunciado. Los excongresistas del reciente periodo, que integraron la representación parlamentaria disuelta, ahora, pueden ser candidatos en los comicios congresales del próximo 26 de enero. No habrá, en consecuencia renovación, tal como había decidido la ciudadanía en el referéndum de diciembre del 2018. Los beneficiados serán diecisiete exlegisladores, la mayoría de los cuales fueron protagonistas de los groseros actos públicos, que dieron lugar a la perversión de ese poder del Estado. Una lástima.

La democracia que si bien, es cierto, debe ser necesariamente pluralista, sin embargo, al mismo tiempo, debe de cuidarse de la presencia de aventureros y gente desvergonzada, que busca el poder político para beneficio propio, más que hacer del mismo un instrumento que lleve al país por los ejes del desarrollo. Un caso notable es, por ejemplo, el de Rosa Bartra, ex fujimorista reciente, y ahora integrante en ubicación privilegiada, del partido del cuestionado Luis Castañeda Lossio. Los dirigentes de Solidaridad Nacional, han revelado que su aceptación se hizo realidad, luego de comprometerla a ejercer la labor legislativa, teniendo en cuenta los problemas del país. Es decir que se comprometiera a dejar de lado la negativa conducta confrontacional que la caracteriza. ¿Cumplirá con ese acuerdo? Difícil. Gallina que come huevo aunque le quemen el pico.

Observando lo resuelto por el Jurado Nacional de Elecciones  y hablando de pluralismo democrático, que es lo que, pienso, anhela la mayoría ciudadana, esta es la hora de recordar que una sociedad política, construida a la medida de la persona humana, tiene que ser necesariamente democrática. Debe sostenerse  en el ansiado pluralismo, que permite el intercambio de ideas, tan indispensable para sacar al país del subdesarrollo político, económico y social. Habría que agregar que la pluralidad es inmanente a cualquier estilo social de la vida democrática. El pluralismo es nota esencial del concepto de democracia. Es la mejor realización social posible, que hace factible la libertad del ser humano, en tanto tal libertad se expande y recrea en un medio que se basa en la afirmación de la igualdad esencial que deriva de la naturaleza humana. Tiene muy en cuenta las desigualdades que procede de cada naturaleza individual. Ahí brota la diversidad de actitudes, de pensamientos, de ideologías, de pasiones y aspiraciones, de pretensiones y esperanzas.

Estos conceptos nos llevan a reflexionar sobre los últimos mensajes de quienes se alinean con la llamada izquierda política o la llamada derecha política. Unos y otros hablan de renovación del comportamiento político del contrario. Sin embargo, ninguno de ellos a la fecha han dicho cómo podrían cambiar ellos mismos, o qué receta existe, para lograr tal cambio.

Desde este espacio podríamos hacer una crítica de la democracia liberal, como también de la izquierda marxista. La misma que, en principio se sustenta en una definición del tiempo histórico, que tiene una orientación y un sentido determinado. La realidad, por ejemplo, de los países de Europa Occidental, no es la misma que muestra América Latina. Una realidad dotada de cultura, educación y experiencia,  más allá de la idiosincrasia de cada quien.

Hemos dicho y repetimos que lo que ocurrirá el 26 de enero entrante, es una convocatoria a la reflexión serena de nosotros los ciudadanos. De quienes anhelamos una democracia real y que como fenómeno histórico esté inmersa en el tiempo y que no escape de la ley del devenir. En eso coincidimos con quienes quieren una renovación política de  los extremos. Esto porque, en uno y otro lado los ideales de ayer, han sido rebasados por las nuevas realidades ya fecundadas del futuro.  En consecuencia, es menester que las nuevas generaciones de políticos, adecuen su pensamiento con una respuesta a las exigencias del presente y expongan al mismo tiempo, las condiciones básicas que sirvan de cimiento para el mañana que ya comenzó a abrir sus grandes puertas. A los nuevos parlamentarios hay que decirles que la democracia de estos tiempos no es otra cosa que una triste ficción, en la que el ciudadano no es otra cosa que un simple elector, abstracto e intemporal, a quien se ha acostumbrado a dejarlo de lado en la toma de las grandes decisiones.

 

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