El error de una derecha radical y arrabalera

 

A la derecha extrema y arrabalera, que eso es lo que hoy representa el fujimorismo, le bastó poco más de sesenta minutos para arrinconar contra las cuerdas a la derecha centrista, almidonada e ingenuona, que tal es el pepekausismo, para darle el golpe de gracia y tumbar, más con pena que con gloria, a su mimado ministro, el titular de la cartera de Educación, Jaime Saavedra. No tuvo necesidad de mayor esfuerzo para demostrar que está en capacidad de hacer lo que le de la gana, siempre que se lo permitan. Aunque eso signifique daño irreparable a la vida en democracia, frágil y poca desarrollada que, por ahora, mal que bien, existe en el país.

Quienes pensábamos que en la fecha fijada para crucificar inexorablemente a un inocente -la mayoría de la opinión pública creía eso- significaría, sin embargo, la oportunidad de seguir las incidencias de una lección de pedagogía parlamentaria, nos quedamos frustrados. La palabra ilustrada y convincente, el verbo elocuente y razonado, no se hizo presente. Estuvo más ausente que nunca. Rosa Bartra encargada de llevar al cadalso a la víctima, lo demostró así, recurriendo a la frase: “No le estamos atribuyendo responsabilidad penal ni conducta delictiva. Eso le compete al Poder Judicial”. Bien instruída por la cúpula de su partido y sin argumentos válidos, se limitó a exigir la censura del ministro, para dejar sentado que contra esa derecha radical, nadie puede chocar, nadie le debe poner paralé a sus ambiciones de gobernanza autocrática, porque “ya saben con quien se meten”.

Fueron 78 votos a favor emitidos por 72 regimentados fujimoristas, a los que se sumaron los apristas Mauricio Mulder, Javier Velásquez y Elias Rodríguez, también Roberto Viera, expulsado hace poco de la desorganizada bancada “Peruanos por el Kambio”, así como Edwin Donayre y Julio Rosas, de “Alianza para el Progreso” y Edgar Ochoa, de “Frente Amplio”, los que en un hemiciclo semivacío, no tuvieron ningún miramiento de degollar a alguien que se aleja del gabinete ministerial sin que se le haya demostrado culpabilidad en la adquisición de computadoras para uso de los escolares ni responsabilidad en la demora dada en la organización de los Juegos Panamericanos, que tendrán lugar en Lima el año 2019. De nada sirvió que en su momento, el censurado demostrara que él fue quien encontró y denunció las irregularidades ante el Ministerio Público e hizo los cambios necesarios para poner orden en la preparación del futuro evento deportivo.

Pero no se crea que la prepotencia de este autoritarismo redivivo, cumplió su consigna sin daño alguno. Su falta de ética y de escrúpulos, mereció el repudio de parte significativa de la representación parlamentaria. El Frente Amplio, Acción Popular, la mayoría de Alianza para el Progreso, unieron fuerzas con el colectivo de “Peruanos por el Kambio”, para hacerle ver al país que no será tan fácil el camino que el fujimorismo tendrá que transitar, si insiste en convertirse en gobierno, tarea para la cual no le ha dado mandato alguno la ciudadanía. Podrá ahora, envalentonado, insistir en esa pretensión, sacar a relucir la chaveta filosa, atarantar con ella a los débiles de carácter, pero no podrá vencer a una creciente oposición, depositaria a raíz de lo ocurrido, de un ideal de democracia, en la que la Carta Magna debe interpretarse para bien de la nación y no para fines distintos a los que demanda la gran mayoría del pueblo.

Lo evidente, luego de censurado el ministro Saavedra, es que ahora ha comenzado a escribirse una nueva página de la historia del país. Los valores, los principios de una conducta transparente y patriótica, son los ejes de la aparición de una sinergia política que viene a confirmar lo que dijera el maestro Jorge Basadre, que el Perú es más grande que sus problemas. Los legisladores que, en señal de decencia, se retiraron del hemiciclo parlamentario, son los iniciadores de esta nueva corriente democrática. La unidad de fuerzas y voluntades se ha hecho patente. Ella crecerá con toda seguridad y así como hace más de tres lustros, derrotó a una dictadura descarada, se fortalecerá en los días venideros con nuevos aliados.

El episodio ocurrido en la puesta en escena de la censura, protagonizado por los legisladores Mauricio Mulder y Jorge del Castillo, a la hora de decidir el voto en favor o en contra, es una muestra de desavenencias que no faltarán en ese caminar. Mulder apostó por la sanción al ministro de Educación. Castillo se autoexcluyó de ese voto indecente, para evitar que su partido se convirtiera en furgón de cola del fujimorismo. Controversias de ese tipo es posible que se den en este duro proceso de afirmar un sistema verdaderamente democrático, pero el mismo, con toda seguridad, avanzará porque ese es el ideal de un país que no puede continuar a la zaga de aquellos donde, en verdad, la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad “son el fin supremo de la sociedad y del Estado”.

¿Qué pasará mañana más tarde, luego de la escandalosa censura al ministro Saavedra? La soberbia y la angurria por ganar poder, le impedirá al fujimorismo entender qué significa democracia participativa. Su estrategia de controlar todos los Poderes del Estado, tal como hizo el creador de este movimiento, con asesoramiento de Vladimiro Montesinos, se mantiene en pie. Su derrota, sin embargo, no será fácil. Tiene recursos financieros abundantes y capituleros al servicio de una sola voz, la de Keiko Fujimori. Por otra parte, habrá que encomendarse a las mil vírgenes para que el presidente Kuczynski se convenza que con palabras edulcoradas y deseos bien intencionados, no podrá detener la venganza de quien fuera derrotada en las elecciones presidenciales. Tiene talento propio de un tecnócrata eficiente, pero a la fecha da la impresión que los años no han despertado en él mayor genio político. Ya hablé de una nueva corriente democrática. El reciente error del fujimorismo ha dado lugar a su partida de nacimiento en el seno del Congreso. Costará esfuerzo, inteligencia, desprendimiento, es cierto, pero bien vale soñar con lo que todavía no ha salido de la utopía.

 

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