El “Karamanduka”… donde la noche era una fiesta

 

Quizás queden por ahí, peinando canas y acariciando sueños, bellas mozas y antiguos muchachones, que encendieron la jarana allá por los bohemios 60s en el famoso “Karamanduka” de Rosa y Piedad de la Jara. en la cuadra 18 de la Avenida Arenales.

En ese local inolvidable se bailó la marinera limeña, como mandan pañuelos, Chabuca Granda estrenó muchas de sus geniales composiciones, Don César Miró cantó entre lágrimas su “Todos Vuelven”, “Mocha Graña” celebró “su santo” bañada en “rosas té” que le regalaron Carlos y “Rochi” Diez Canseco, se entregó al público el famoso “Regresa” de Polo Campos, cantado por Luchita Reyes, bordaron antañones valses “La Limeñita y Ascoy” y el gran expresionista Sérvulo Gutiérrez- viviendo ya, su etapa mística, hacia el final de su vida, regaló a la señorial Piedad de la Jara, un “Rostro de Santa Rosa de Lima”, consagrado por la crítica, como “La obra religiosa más lograda del Perú Contemporáneo”.

No solo una peña

Las paredes de tan acogedor local, donde siempre fuimos bienvenidos los periodistas, estaban pródigamente engalanadas por trazos de famosos pintores y poemas “repentistas” de notables vates y connotados bohemios, que solían asistir a las noches del “Karamanduka”, para vivir intensamente la auténtica jarana, enmarcada en cánones de “diversión decente” e irrenunciable respeto por la tradición peruana. Por eso, decir que el “Karamanduka”, así llamado en honor de Don Alejandro Ayarza”, figura emblemática de la jarana al frente de su epónima “Palizada”, era “una peña pituca”, es un requiebro gracioso, que espero me perdonen, “los muchachos de antes” que me hicieran el honor de compartir tantas noches de sabia tertulia en esa casa que sigue siendo nuestra, en un sagrado rincón de los recovecos memoriosos.

Allí, llegaba anochecido de trajín y copas, el querido romancero Aurelio Collantes, ”La Voz de la Tradición”, para declamar versos criollos y contarnos historias de las que tanto aprendimos los mozalbetes que entonces abrazábamos el periodismo con pasión de primer beso. Esos de una vez y para siempre. Aurelio,- “Aureliano”, como le llamaba yo, cariñosamente-, presente siempre en el altar de mi pecho. Donde sigue palpitando todo lo que pude aprender del maestro Alfonso Tealdo, en el aula inolvidable de las mesas conversadas.

Algunos “invitados” permanentes

Gracias a la picante pluma del recordado limeñista Gonzalo Toledo, podemos evocar el genio y figura de algunos habituales del “Karamanduka”, aprisionados en la garbosa columna “Déjame Que Te Cuente” que publicaba en nuestro respetado diario “El Comercio”, este reverente conservador de lo nuestro, el querido Gonzalo que el viento se llevó.

Hay quien recuerda que fue en el “Karamanduka”, donde –cerrando bien las ventanas- se bailó por primera vez, en esos tiempos alejados de la esclavitud, la candente danza de “El Alcatraz” que ahora es moneda corriente en tanta “peña” sin salero. Pero, como se diría en taurino:” en la parte seria de la corrida”, se bailaba “limeña”, siguiendo estrictos cánones del buen danzar. Es decir, separados los bailantes a la espera de la primera voz del cantor, para que ella emprendiera el coqueto paseíllo, que habría de seguir el varonil festejante, en derroche de cortejo enamorado.

Y de ello, dejaron huella: Manuel Barrenechea y Estela Gutiérrez, César Revoredo y Juanita Pássara, Rosita Larco, Nora de Izcue, Rosi Morales Blondet “Reina de la Marinera”, Raquel Lasanta, Rosita Ríos Nash, Queta Rotalde, Carmen Cáceres, Tita y Marissa Cedrón Morales , Jaime De La Puente, Enrique Aramburú Ferreyros, Jorge Carlos Cedrón Morales, Rafael Sánchez Cerro, y los conjuntos “Jueves”, “Viernes Criollos” y “Los Chalanes de La Molina”-

La jarana sabía encender en su pequeño jardín fuegos artificiales, para enmarcar versos de Catita Recavarren y coplas del poeta Guimet de Mendiburu, replicadas en verso por Rodolfo de la Jara o Enrique Aramburú Raygada, a los compases del Conjunto Tradicional “Ricardo Palma”, con el “Ganchito” Arciniegas y “Cañería” Ballesteros a cajón doble y la sensual “Negra Fela” a cargo de mover la cintura en festejo provocador.

La noche del “Príncipe”

Pero bien dicen que todo santuario, tiene su “Historia Profana” y el “Karamanduka”, pues, no tendría por qué hacer excepción a tan consagrada regla.

Cuentan los decidores, que cierta noche asistía al “Karamanduka” un Príncipe Húngaro de esos que Martín Adán motejaba de” camareros en Nueva York”. Y como las estrellas de turno eran “Los Morochucos”, la atenta Piedad, advirtió al maestro Oscar Avilés de la presencia de tan distinguido personaje. Y entonces, Don Oscar, que era un hombre atento y respetuoso, tuvo a bien dedicar la actuación de su connotado trío integrado por Augusto Ego Aguirre y Alejandro Cortez en la primera voz, “a Su Excelencia el Príncipe de Hungría que nos acompaña esta noche”.- Un nutrido aplauso cerró tal ofrecimiento, mientras el citado noble, no atendía-o no parecía entender- de lo que se trataba, en tanto conversaba animadamente con algunos acompañantes.

Y las cosas siguieron igual curso, a lo largo de la intervención de “Los Morochucos”, que- demás está decirlo- se prodigaron con lo mejor de su valioso repertorio. Y el Príncipe, siguió nomás, charlando sin darles bola.

Solo al día siguiente, el maestro Avilés, supo la cruel verdad. El encumbrado personaje, era…absolutamente sordo y por lo tanto, no escuchaba ni se había enterado de todo el tesoro musical desplegado en su homenaje.

Y como diría un moreno vibrando su quijada asnal y sonriendo a toda bemba: “Sucede en las mejores familias, compare”.

 

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