El periodista y su más grande amor de la vida

 

Muy buenos días, jóvenes aspirantes a ejercer  “El oficio más lindo del mundo”.

Y la frase no es mía, sino del genial escritor Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, a quien se atribuye la invención del llamado “Realismo Mágico”, si bien, algunos críticos atribuyen este estilo, o modalidad narrativa a importantes escritores europeos, principalmente alemanes, posteriores al “Renacimiento”.

Lo cierto es, no obstante, que en efecto, para quien habla y para muchos de nuestro arte y oficio, “no hay en el mundo, profesión más hermosa y noble que este “estilo de narrar”, en base a cuyo acopio diario, podría escribirse la historia del mundo.

Un periodista comprometido y bien informado, puede –sin reparo -, recopilar, ordenar y embellecer una serie de acontecimientos, que en suma constituyan un tratado histórico de un país, una institución, una organización política, o del mundo entero.

Todo parte de dos puntos esenciales. Primero: el periodista, debe tener vocación cierta e irrenunciable. Eso, asegurará, no sólo su éxito profesional, sino la importancia de su desempeño y la permanente vigencia del mismo.

En segundo término, debo referirme a la validez y vigencia de “LA FUENTE INFORMATIVA”, y para ilustrar el tema, voy a referirme a la más graciosa de mis “novatadas”, que al evocarse hoy, impedirán para siempre que ustedes, cometan un error semejante.

Tenía yo, algo así como 22 años y había debutado como “practicante”, en la Sección Deportes de mi inolvidable “ÚLTIMA HORA”, cuando estalló un incendio de proporciones, en un edificio de la Avenida “Wilson”-hoy llamada “Garcilaso de la Vega”, en las inmediaciones del “Campo de Marte”.

Y como no había ningún redactor disponible, me enviaron a cubrir el siniestro acompañado de un fotógrafo.

Llegados al lugar de los hechos, era muy difícil entender lo que estaba pasando, y mucho menos, “coger el hilo” del suceso, a fin de redactar “la noticia”. Y entonces, cometí  un “error garrafal”.

Me acerqué a una señora de cierta edad, que corría enloquecida, sin saber hacia dónde, y le pregunté sin más: “Señora, ¿qué es lo que está pasando?, a lo cual, la asustada dama, poseída de algo que los siquiatras definen como “pensamiento prolijo”, empezó a relatarme una serie de hechos inconexos, que se iniciaron mientras ella lavaba ropa y entonces, vio por la ventana “tremenda humareda”. Entonces -como no tenía teléfono-, salió en busca de una vecina que pudiera facilitárselo, pero tal vecina, había salido de compras, por lo cual, nadie atendió a la alarmada señora. Luego salió  del edificio  aledaño al que ardía y empezó a preguntar a los transeúntes.

Y en suma, me estaba envolviendo en toda una “comedia de equivocaciones”, en tanto, yo tardaba en hacer, lo que a título de mi inexperiencia, debí hacer desde un principio, es decir, apelar a la fuente informativa calificada. En otras palabras: al Comandante de Bomberos, o a la autoridad policial, presente en el escenario del evento.

Cuando mi “falsa fuente”, iba ya, por el tercer o cuarto capítulo de su confusa “telenovela”, el fotógrafo que me acompañaba, me dio un tirón de la casaca, devolviéndome a la realidad. Era necesario hablar con el Comandante de Bomberos, cosa que les recomiendo hacer cuando les toque informar acerca de un incendio.

Como habrán podido apreciar, “yo tenía la vocación -creo que nací periodista-, pero me había “equivocado de fuente”,  lo cual es un hecho gravísimo, que no volvió a ensombrecer mi carrera.

Y hoy, es sólo una anécdota pintoresca y nada más.

El periodista debe entender su vocación “como el más grande amor de su vida”, ya que ella, le aproximará a la verdad, le capacitará para trasmitirla y le permitirá servir a su patria y a la humanidad en general, mediante la proclamación de la verdad y la defensa de los derechos en general. Especialmente los de aquellos que no tienen quién los defienda.

No en vano, se define al periodismo como “El Cuarto Poder del Estado” y por extensión se entiende al periodista como “El Paladín de las Causas Justas”.

Gracias al periodismo, yo me he convertido en “personaje público”, he participado en trascendentales hechos nacionales, he podido viajar por más de medio mundo y desempeñar los más variados roles en el acontecer de mi patria.

He sido redactor, Jefe de Redacción y Director de diversos medios de comunicación, he sido asesor de comunicaciones de influyentes políticos, he trabajado en dos Despachos Presidenciales, he sido Sub Gerente de Relaciones Púbicas e Instructor de Personal en una importante institución bancaria, soy profesor de Imagen y Relaciones Públicas y en suma, he alternado con inolvidables personalidades de la política, el arte, la farándula, etcétera, de numerosos países y gracias a este caudal de experiencia he podido escribir –hasta ahora- cuatro libros que se han distribuido exitosamente.

Todo ello, gracias al periodismo. Y a quienes comentan esa dudosa frase que afirma: “El periodismo es una nave que te conducirá a cualquier puerto, a condición de que desembarques a tiempo”, yo puedo agregar, que muchos periodistas, han “desembarcado” para asumir la presidencia de sus respectivos países, presidir importantes empresas editoriales o de publicidad y, en suma, a lo único que jamás se  han acercado es al ANONIMATO, porque si hay algo que nos garantiza la positiva notoriedad, conforme comprueba mi propia historia, eso es el periodismo.

Ahora: abro “La estación de preguntas”. ¡Adelante, jóvenes alumnos!

 

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