El Perú es más grande que sus problemas

 

El Perú, nuestra patria, nuestra nación, vive momentos graves. Esa pandemia que ha llegado desde tan lejos y que se le conoce como Coronavirus, está causando daños irreparables. El pánico y la amenaza de sembrar dolor y muerte se va extendiendo en la población, la misma que con valor y sacrificio las afronta, siguiendo, en su gran mayoría, con las disposiciones gubernamentales, como pocas veces se ha visto a lo largo de la historia. El sentido de responsabilidad de quienes tienen la delicada tarea de proteger la salud de la población es digno de todo encomio; la disciplina de quienes mantienen el orden público es plausible. En medio de ello, no escapa al buen observador, las múltiples muestras de solidaridad fraterna de muchos. La unidad se va fortaleciendo en estos tristes momentos, dejando de lado aquellas diferencias por el color de la piel, del rango económico y social, del credo sea cual fuere, entre otras perversidades que subsisten en la raza humana.

Y es que como bien dijera hace décadas Jorge Basadre, el Perú es más grande que sus problemas. El gran historiador de la república condensaba con esa frase inmortal, que esta tierra de trayectoria sin par, no se puede perder por la obra o la inacción de los peruanos, que los problemas de orden material, de reformas sociales, de organización estatal, no son diferentes a los problemas de renovación de valores, de fervor espiritual, de capacidad de entusiasmo y de mística colectiva.

Existen páginas enteras de la enorme capacidad de resistencia de los peruanos. Y de fuerza moral inquebrantable. La presencia de los voluntarios y voluntarias que dieron origen a las primeras ambulancias civiles y con ello al Comité Local de la Cruz Roja Peruana, cuando la infausta Guerra del Pacífico, es una muestra de eso. Perdimos Arica en lo material, pero jamás el orgullo de ser peruanos. Los Daniel Alcides Carrión, José Casimiro Ulloa, José Antonio Roca y Boloña, constituyen paradigmas inolvidables, como, en diferente circunstancia, hacen lo propio en estos momentos otros celosos cuidadores de la vida y salud del pueblo. Tan igual y en otra y difícil tarea, asimismo, participan de este combate contra un mal foráneo que ha invadido nuestro suelo, héroes epónimos que visten el uniforme militar y policial.  La consigna disciplinada y hasta incomprendida de hacer cumplir la emergencia nacional y la inmovilización social, va superando embrollos. En ellos está la espiritualidad y el coraje de nuevos Grau, Bolognesi, Ugarte, que nos dejaron la herencia de respeto y amor al Perú como nación.

Este temperamento fue bien descrito por la literatura de Enrique López Albújar y el personaje que bajo el nombre de Aparicio Pomares dialoga con los comuneros de Obas, en Huánuco, despertando en estos la resistencia campesina contra los invasores que, a sangre y fuego, hollaron el suelo patrio en la contienda bélica de 1879. Esa mística colectiva a la que se refiere Basadre no se ha perdido. Fue puesta a prueba en tiempos recientes, cuando el fenómeno del Niño Costero. En el norte, de tierra cálida, la población se movilizó para llevar consuelo a quienes más sufrieron los daños del torrente pluvial, se compartió el mismo pan, se entregaron los mismos techos, como igualmente aconteció con las familias expuestas a las heladas en las zonas altoandinas. La dignidad que significa amor por el prójimo estuvo presente en forma de auténtica solidaridad.

Lo expresado tiene como finalidad, traer al recuerdo lo que somos como peruanos, llenos de fervor, entusiasmo y mística nacional. La solidaridad real no es entre nosotros una palabra hueca. Tenemos nuestras miradas de futuro, conocemos nuestros problemas y las circunstancias individuales que nos rodean. Pero la solidaridad del buen consejo, de la recomendación necesaria, de la advertencia oportuna, de la entrega de lo que es nuestro y de necesidad del otro, forma parte de esas virtudes sociales del peruano de siempre. Caminemos por el mismo sendero del bien, aquel que transitan todos los hombres, todas las mujeres, la multitud de grupos, las comunidades de cada región, participemos haciendo cumplir la inmovilización social y la higiene de las manos como recomiendan los celadores del orden, el bienestar y la salud. Hay que superar la concepción puramente individualista. El ser humano nació para ser unido y respetuoso de sus semejantes. No neguemos la sociabilidad que tenemos como seres vivientes, pero dejemos de lado la desinformación y la conjetura. Hagamos patria en esta hora difícil. La tristeza y el dolor no podrán vencernos jamás.

 

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