El peruano que nos explicó a Einstein

 

El día que los peruanos escribamos el libro de la sabiduría, reciente, habremos, obligadamente, de empezar citando a “Racso”, (Oscar Miró-Quesada De La Guerra), pero hemos de hacerlo, puntualizando además, la grandeza espiritual de este peruano que supo explicarnos a Einstein, interpretando la complejidad del universo y prodigando lecciones de la humildad y  nobleza que caracteriza a ciertos excepcionales seres humanos.

Este auténtico genio empezó a brillar a los 16 años (había nacido en 1,884) cuando escribió en “El Comercio”(8 de setiembre de 1901), una deslumbrante interpretación del “Hipnotismo”, rescatándolo por primera vez de la espectacularidad teatral, para analizarlo como el asombroso fenómeno cerebral que hoy continúa siendo. Y explicando muchas cosas.

A lo largo de los años, “Racso” se adentró en los más difíciles rumbos de la ciencia, la filosofía y esa gran revelación que representó la “Teoría de  la Relatividad”, que “Racso” – en lo posible-  logró simplificar periodísticamente, aproximándonos a esta concepción del cosmos, al enigma de la existencia humana y al equilibrio y significación del espacio-tiempo, explicando tan  difíciles temas, en la modalidad que hoy se denominaría “serie”, de manera interesante y didáctica,  motivando el asombro del propio Albert Einstein, quien (ya en 1939), le escribió una misiva de condición histórica, asombrándose del “magisterio sorprendente de un diario que ofrecía a sus lectores una exposición tan detallada y precisa de un tema científico”, -para señalar más adelante: “sus artículos, me parecen, en efecto, reproducir bien el contenido esencial del pensamiento del libro escrito por mí”.

-Ampliando su comunicación, el “Genio de Ulm”, consideró –por entonces-  “un hecho importante, signo  de que  las tendencias e intereses científicos, están iniciando su emigración hacia el nuevo mundo”.

“RACSO”: PERIODISTA Y ESCRITOR

La bibliografía de “Racso”- y muy meritoriamente ha sido sintetizada, por nuestro apreciado y brillante amigo, Tomás Unger- precisando que en 1940, “Racso” publicó; “La Relatividad y los Quanta”, para abordar a lo largo de su carrera como eminente hombre de prensa e investigador científico infatigable, otras numerosas, variadas materias como “Enseñanza de la Nueva Geografía”, “La Salud del Cuerpo Humano”, ”Psicología Integral”, “La Moneda y El Cambio”, “Psicoanálisis y Perfeccionamiento Individual”, entre otros muchos títulos que hoy se atesora en importantes bibliotecas.

Es muy digno de tenerse en cuenta, su innegable interés social, puesto de manifiesto, cuando señaló: “Ya que el pueblo no puede acceder a la ciencia, la ciencia debe ir hacia el pueblo”.

-Su labor divulgadora, a través de la televisión y la prensa escrita, lo definen según uno de sus más certeros biógrafos, como: “un renacentista del siglo XX, preocupado porque el conocimiento sobre la vida y el universo, llegara a ser para todos”.

UN TESTIMONIO PERSONAL

Si tuviera que responder a la pregunta referida a “mi personaje inolvidable”, sin dudar un instante, me referiría a este inmenso talento, que siempre se dio tiempo para los caballerosos gestos que identificaron siempre a ilustres familiares suyos, como Alejandro “JAN”, Miró Quesada, periodista valeroso, el Documentado historiador, Don Aurelio, el cordial y generoso Don Carlos ( “Garrotín”), el querido “Tío Lelo”, profesor Don Aurelio, con quien solíamos desayunar celebrando   su cumpleaños, en compañía de mi hermano ausente Arturo Morales, en el antiguo restaurante “Raymondi”. Y al joven “Alejo”, así  como al sencillísimo Don César Miró (el de “Todos Vuelven”), que me honraron siempre con su cariñosa amistad.

Y para cerrar la nota, como quien abre la puerta a una desconocida historia, el genial Don Oscar Miró Quesada De La Guerra, el corresponsal de Einstein que era capaz de explicarnos la Teoría dela Relatividad, o el equilibrio de los cuerpos celestes, era lo más solícito y asequible del mundo, cuando  me atrevía a pedirle un artículo (simplificado, “papayita nomás”,-para que lo entiendan todos, como decíamos a carcajeante coro), para publicarlo en un suplemento dominical que yo dirigía. Y no sólo me entregaba puntualmente tan valioso material, sino que a primera hora, del lunes siguiente, este señor de señores, innegablemente, un peruano para la historia, tenía la gentileza de llamar para agradecerme (él a mí, increíble, pero cierto), por la publicación del artículo que era más bien yo -modesto escribidor-, quien debía agradecer.

Y de todo esto me acuerdo, en esta tarde lluviosa, cercana al 30 de julio, (cumpleaños de este inmenso peruano) que debemos celebrar y honrar todos nosotros, en especial, los que preparamos a quienes mañana deberán seguir las huellas de “Racso”, para entender los misterios del universo, la necesidad de “enseñar al que no sabe” y la condición cabal de quien fue -además de asombroso sabio- todo  un señor “de los de antes”. Inmortal en mi memoria.   Para siempre en mi corazón.

 

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