El presidente Kuczynski y su sentido del humor

 

El presidente Pedro Pablo Kuczynski viene acumulando respeto y querencia en la ciudadanía. Su palabra desenfadada, inesperada con frecuencia y cargada de “humor inglés” como él mismo explica, ha cautivado a muchos. Los escrutinios de opinión pública dan cuenta que un sesenta por ciento de la población aprueba su gestión y un escaso catorce por ciento está en la otra trinchera. Otro veintiséis por ciento prefiere callar por el momento. Claro recién han transcurrido poco más de treinta días de haber recibido la banda presidencial, en una sesión solemne realizada en el Congreso de la República. Acto constitucional en la que no faltaron algunas pifias a su ingreso y, luego, ausencia de aplausos de quienes aun no se explican cómo es que su candidata cayó derrotada.

¿Que ha hecho el mandatario para ganarse ese afecto multitudinario? Creo que sus recorridos dialogantes, acompañado de ministros relacionados con los problemas más agudos de la región, más para escuchar que para ofrecer, explica lo que está ocurriendo. Las tertulias ajenas a todo protocolo, acompañadas a veces de desayunos y de almuerzos privados, que le permiten conocer experiencias ajenas, igualmente van sumando cifras a su favor. Asimismo, el hecho de dejar en libertad de palabra a su primer ministro y a los miembros del gabinete en general, le brindan un handicap poco usual en nuestro medio. Pero hay algo más, que marca la diferencia con otros mandatarios: su talante para hacer uso de algo que para algunos es virtud y para otros defecto. Es decir una práctica incansable de lo que él llama “humor inglés”.

¿Y qué diablos es el “humor inglés” en un país de mestizos, con cruces que parecería difícil explicar si no se conociera la historia de esta tierra bendita? Y con el agregado que a ninguno de ellos les falta la picardía, el gracejo, la chispa, con harta frecuencia en términos ocurrentes. Voy a intentar una respuesta a lo que está sucediendo y que ha originado comentarios de todo tipo. Es cierto que el hoy presidente de la república nació en Lima e hizo sus primeros estudios aquí entre “palomillas de ventana”, pero también hay que tener presente que su juventud universitaria transcurrió en medio de las neblinas del viejo Londres. Allí hizo la gimnasia y la esgrima tan propias del “humor inglés”. Tal humor se conoce mundialmente porque llega cargado de ironía, no siempre refinado como era hace años, pero punzante. Puede significar fácilmente un insulto, sin que la “víctima” se de por aludida de inmediato. Hay muchos ejemplos de ello.

Así ocurrió con el dramaturgo Bernard Shaw y el político Winston Churchill. Alguna vez el primero le dijo al segundo por escrito: “Le envío dos entradas para el estreno de mi obra “Pigmalion”, traiga un amigo… si tiene alguno”. La respuesta no se hizo esperar. El hombre del eterno habano en la boca contestó de inmediato: “Probablemente no podré asistir a su estreno, iré a la noche siguiente… si la hay”. Otra más del estadista británico. Montgomery, general victorioso que venció al no menos famoso, general nazi Rommel, en África, durante la II Guerra Mundial, explicaba en su discurso porqué siempre estaba listo para la acción, señalando en alusión al Primer Ministro Churchill: “No fumo, no bebo, no fornico y… soy un héroe”. El político paró la oreja y en su momento contestó: “Yo fumo, bebo, fornico… y soy su jefe”. Son muchas las frases célebres de este recordado gobernante inglés. Entre las más celebradas está aquella que dijo en la Cámara de los Comunes, cuando una diputada de oposición, le expresó en voz alta, interrumpiendo su oratoria: “Señor Ministro, si usted fuese mi marido, yo pondría veneno en su café”. La contestación fue la siguiente: “Y si yo fuese su marido… me tomaría el café”. El citado estadista no es el único en la materia. Hay otros tantos, entre ellos Oscar Wilde, el notable escritor recordado por la ironía de la que hacia gala. Así fue cuando dijo: “Algunos llevan felicidad donde quiera que vayan; otros, cuando quiera que se van”.

Lo expresado explica porqué nuestro presidente habla en el mismo sentido, acompañado de sonoras carcajadas. No en vano por allá, en el continente europeo, se afirma que el “humor inglés” celebrado así, se convierte en el pariente más cercano a las cosquillas. Eso que expresó respecto a la píldora del día siguiente, cuando le preguntaron qué pensaba recomendar a la ministra de Salud sobre el particular, señalando que “fuera donde el Cardenal Cipriani” no es más que una parte de lo que a lo largo de cinco años tendrán que soportar sus opositores. Está en lo suyo, forma parte de su personalidad, así como hay personas que gruñen todo el día. También están en lo suyo y no por eso se les va a condenar.

 

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