Jefferson Farfán tiene el deseo de retornar a la selección peruana pero no podrá por ahora al estar inactivo, requisito que exige Ricardo Gareca para poder ser convocado.
Carlos Zambrano en tanto tiene actividad en el Rubín Kazan pero tampoco enamora a Ricardo Gareca por un tema futbolístico que va sobre sus reiteradas expulsiones y su incontrolable vehemencia.
Tampoco Carlos Ascues tiene fecha segura de su probable llegada a la Videna porque no es considerado en Alemania, casi no juega en Wolfsburgo, por lo que no es tomado en cuenta.
Juan Manuel Vargas está muy lejos de que vuelva a la selección. Ni siquiera tiene equipo y poco se sabe sobre su posible incursión en el fútbol norteamericano. Además, el ‘Loco’ en las últimas convocatorias no le puso punche a su desempeño.
En tanto Christian Benavente tiene un techo enorme y podrá ser considerado en cuanto se consolide en el Charleroi. Benavente ha tenido minutos pero no sintió el puesto que le dio Gareca y su aporte ha sido cuestionado.
Finalmente el tema de Gianluca Lapadula tuvo un final desagradable para los peruanos. Ya no será posible que venga porque fue convocado a la selección italiana y más se inclina a defender la casaca azurra donde parece tener mejor identidad.
Ahora bien, Ricardo Gareca se las arregla con los que puede contar sumándose a la tropa de la selección Luis Advíncula y André Carrillo. Estos últimos vuelven al combinado bicolor tras estar apartados por diferentes asuntos. Advíncula incurrió en indisciplina y la ‘Culebra’ estaba sin jugar.
Gareca tiene ante los paraguayos un desafío renovado, un test de suficiencia con mejores perspectivas de ganar con escaso margen de error para continuar en la carrera mundialista.
Se llega al partido contra los guaraníes en mejores condiciones. Mejor a la anterior presentación ante Chile en Santiago. Con un plantel recuperado en lo anímico por los tres puntos obtenidos en mesa.
Un triunfo ante Paraguay no nos clasifica pero servirá mucho para construir el edificio de la clasificación a despecho de que muchos ya perdieron la fe pero muchos otros apuestan por un imposible con ropaje de optimismo.