El vendaval que se viene

 

¿De qué dimensión es el escándalo que amenaza con llevarse de encuentro a políticos y altos funcionarios de los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala? Cuánta firmeza, decisión y transparencia se necesitará del gobierno de PPK para preservar su autoridad ética y política mientras golpean los vientos y el ruido político se incrementa hasta ser ensordecedor.

Los optimistas afirman que en nuestro país las crisis políticas o económicas no lo son tanto ni duran demasiado. Que somos un pueblo que siempre sale bien librado porque vivimos al borde del abismo y nuestra capacidad es la resiliencia. Ojalá fuera así y el escándalo Lava Jato lo convirtiéramos en la oportunidad nacional para luchar de verdad contra la corrupción que junto a la inseguridad ciudadana es el principal problema nacional. Al terminar el 2016 la corrupción se levanta como un inmenso fantasma destructor frente al cual resultan banales las comisiones y los informes. Todavía no tenemos un plan serio de acción que nos convenza de que existe voluntad política para combatirla.

Lava Jato se anuncia como un vendaval que podría barrer terrenos políticos desde la raíz, un accionar que podría demostrarnos que lo que no pudimos hacer nosotros sí puede lograrse con motivación externa. Que entendamos que nada es posible si la corrupción continúa corroyendo estructuras políticas y económicas. Si se quiere dinamizar la economía y que la gente no se impregne de pesimismo y desconcierto tenemos que afrontar la corrupción y la inseguridad.

PPK va a tener que hilar fino para enfrentar sin sufrir daños personales los cuestionamientos que ya circular sobre su ejecutoria como titular del MEF cuando exoneró del SNIP a la Interoceánica Sur. Si es o no socio del financista chileno Gerardo Sepúlveda quien también trabajó para Odebrecht en el Perú el 2007 para obras por US$500 millones. Y cómo sustenta su afirmación de que todo lo que ha realizado la empresa brasileña no es corrupto.

El Perú necesita tener la seguridad de que su presidente Pedro Pablo Kuczynski no está involucrado. Ha hecho suficientes méritos para que creamos en su honestidad pero el vendaval viene muy fuerte y la transparencia es un imperativo si quiere mantenerse en su cargo.

Y ojalá que las denuncias no derriben la imagen de ex presidentes ni de altos funcionarios aún actuantes dentro del Estado. Fuera de adhesiones o cuestionamientos la democracia peruana necesita líderes honestos sin los cuales se vendría debajo la ilusión de la quinta elección nacional sin interrupciones. Estaríamos ante mucho más que una crisis de gobernabilidad. Nos quedaríamos sin clase política.

Ni catastrofismo ni ceguera. Podemos y debemos confiar en nuestras reservas políticas y democráticas pero no demasiado, lo suficiente para que el país, sin descuidar las alarmas, se fortalezca éticamente para no retroceder a tiempos de autoritarismo que nadie desea.

 

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