Entre el capitalismo salvaje y el capitalismo socialmente responsable

 

Las acciones realizadas y las palabras vertidas durante la actual campaña electoral por Keiko Fujimori han puesto al descubierto que carece del más elemental conocimiento de la realidad económica y social del país. No otra cosa se puede entender al tomar conocimiento del compromiso escrito que ha asumido con quienes explotan salvajemente la minería, sin licencia, burlando las normas laborales, organizados mafiosamente, depredando miles de hectáreas de los bosques y reservas naturales, promoviendo la explotación sexual de menores de edad y condenando a miles de personas indefensas a morir por causa de la contaminación ambiental. No otra cosa se puede creer al saber que está dispuesta a reponer el sistema de 24×24 impuesto en la Policía Nacional, durante el régimen autocrático de su progenitor y que dio lugar a que el personal uniformado, responsable de la seguridad ciudadana, lejos de tomar descanso, se viera en la oportunidad de seguir trabajando de manera particular, exponiendo así su vida y salud. Lejos de pensar en la mejoría de las condiciones de trabajo y condiciones económicas, tal como corresponde a quien tiene verdadera preocupación por aquellos que perciben menos ingresos para sostener a sus respectivas familias, la candidata del fujimorismo ha optado por un gesto cargado de demagogia, con la promesa de aumentar los salarios, siempre y cuando la economía lo permita. Bien se sabe que ésto será muy difícil, dado que el país sufre las consecuencias de una severa recesión por una serie de causales, tanto que el próximo gobierno se las verá negras para aquietar el descontento originado por el aumento diario del costo de vida. Lo anunciando por Keiko, en consecuencia, no pasa de ser una burla más y un engaño adelantado tanto a la policía como a la propia ciudadanía, que reclama personal apto académica y físicamente, capaz de enfrentar a una delicuencia cada vez más avezada y asesina.

Las razones que la han llevado a tan penosa conducta se explica. Quiere ganar a como de lugar. Pero lamentablemente juegan en su contra otras perlas parecidas en su historial electorero. Sus actos demuestran que ignora lo que significa ser trabajador. Y esto es comprensible si se tiene en cuenta que la única “doctrina” que le acompaña, es la heredada por quien la formó políticamente, nada menos que el culpable de que miles de profesionales y empleados, hombres y mujeres, tanto al servicio del Estado como de la empresa privada, perdieran el empleo y se convirtieran en ocupantes precarios de la vía pública como vendedores informales, taxistas por necesidad y sin licencia profesional y, muchos, llevados por el hambre y la ausencia de empleo digno, orientaran sus pasos por los caminos del vicio, la delincuencia y la prostitución. En esos tiempos perversos, el tráfico ilegal de drogas se hizo imparable, comenzaron a formarse los primeros cárteles, el contrabando tenía las puertas abiertas por las fronteras del norte y del sur y la moral de la policía estaba por los suelos, a tal punto que fueron numerosos lo que fueron reclutados por bandas de asaltantes y secuestradores. Es necesario recordar todo esto, porque fue durante el régimen autoritario que se adoptaron las medidas de ajuste de la economía y se flexibilizaron las normas laborales en perjuicio de los trabajadores, con las consecuencias ya anotadas y mucho más ¿Esto es lo que ahora se quiere repetir? La respuesta la tiene el electorado.

A la candidata del fujimorismo de quien un entusiasta comentarista asegura que tiene bancada, partido y pueblo, olvidando que tal bancada está conformada en gran parte por invitados, que tal partido es propiedad de una dinastía, que carece de democracia y participación de la supuesta militancia, y que el pueblo al que se refiere no es otro al que se ha “trabajado” desde hace cinco años con dádivas de toda naturaleza, habría que hacerle saber que la pobreza, la exclusión social, la injusticia y la desigualdad social no son el fruto inevitable de leyes naturales e irreversibles o de la mala suerte, o de la poca capacidad para saber enfrentar el juego del mercado. En realidad son la consecuencia de estructuras sociales, económicas, políticas, éticas y culturales. Son la consecuencia de que unos se hacen cada vez más ricos sobre la base de que otros cada vez más numerosos se hacen más pobres. Es la consecuencia de una injusta distribución de los recursos, de los ingresos, de la riqueza, de la acumulación del capital, del poder económico, de la especulación, de la corrupción y de la mentira. Son la consecuencia de decisiones políticas y anuncios demagógicos, de recetas económicas dogmáticas, de imposiciones sociales. Esto es para desmentir y desmitificar las falacias de que la pobreza y la exclusión social son inevitables y forman parte de la modernización de la sociedad, que es el precio fatal que hay que pagar para esta modernización. ¿Tendrá capacidad de decisión política para poner fin a esta grave situación? Lo dudo.

Quizá le estemos pidiendo peras al olmo. Para conocer, sin embargo, la personalidad de uno y otro candidato que participan de la actual contienda electoral, basta como observar el comportamiento que tuvieron durante el reciente recordatorio del “Día del Trabajo”. La candidata del fujimorismo se fue a un restaurante limeño de comida criolla y allí, entre cuchara y cuchara, disfrutó de una tarde alegre con la compañía de algunos de los congresistas electos y como discurso de fondo no se le ocurrió mejor cosa que criticar las propuestas laborales de su rival. Pedro Pablo Kuczynski, en cambio hizo todo lo contrario. Se reunió con diferentes gremios de trabajadores en La Victoria, reconoció las condiciones en que se encuentra la clase obrera y ante el serio problema de la falta de ocupación explicó cómo es posible crear nuevos puestos de trabajo, cómo se puede dar paso al seguro de desempleo para los nuevos trabajadores, protegiendo al mismo tiempo la compensación por tiempo de servicios, incrementar la remuneración mínima vital, fortalecer el Consejo Nacional del Trabajo y promover la igualdad salarial entre hombres y mujeres. Fueron dos posturas totalmente distintas. Por un lado, una de quien al parecer es candidata fruto de su frivolidad y el designio de su progenitor, gran promotor del capitalismo salvaje y, por otro lado, otra de quien ya tuvo delicadas funciones de gobierno y muestra un perfil de estadista en la linea de un capitalismo socialmente responsable

 

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