Entre “hermanos, hermanitos, primos y primitos”

 

Desde hace muchos años en el uso de la palabra oral, en nuestro país se utiliza las expresiones coloquiales de “hermano”, “hermanito”, “hermanón”, “primo” y “primito”, como manifestación de estima especial a quien, más allá de la amistad, no tiene relación sanguínea alguna entre los interlocutores. Es propia de quienes guardan consideración muy especial y una forma de distinguir a una persona por sus valores y principios, que los diferencia de otros.

Lamentablemente tan íntima manifestación, de cariño y respeto, se está eclipsando hoy en día por culpa de quienes hacen mal uso de dichas expresiones. El caso más notable es el protagonizado por quienes conforman la organización criminal que lleva por apelativo “Los cuellos blancos del puerto” y que la conforman jueces y fiscales, que vienen sufriendo las consecuencias de sus equivocados pasos. Ellos tenían la costumbre de intercambiar conversaciones, no sin antes tratarse de “hermano” o “hermanito”. Cayeron en el desatino y ahora  la justicia los tiene con los pelos de punta.

Este no es el caso del distinguido abogado Gonzalo Ortiz de Zevallos, personaje de conducta al parecer intachable y que se sabe es ducho en asuntos financieros.  Al mencionado Gonzalo se le metió entre ceja y ceja, ser titular del Tribunal Constitucional, convencido de que su primo hermano Pedro Olaechea, en ese entonces presidente del Congreso de la República, podía satisfacer ese anhelo, quizá perseguido por las ansias de ponerse la cinta y medalla de tan alta institución, encargada de velar por el respeto a la Constitución y procurar que las leyes se ajusten a su espíritu.

Olvidó el buen Gonzalo que eso no es posible en el Perú de hoy. Más aún que no hay prepotencia que valga, ni abuso de poder. Podrá apellidarse como quiera, pero todos, absolutamente todos, somos iguales ante la ley. Esto explica por qué de los siete miembros que integran el Tribunal Constitucional, cinco de ellos rechazaron tal apetencia, precisando que el proceso de elección  en un Congreso disuelto por mandato de la Constitución, imposibilitaba ese afán de juramentar pasando por alto las exigencias señaladas por la ley de leyes.

En pocas palabras el hecho de ser primo de quien alguna vez fue presidente del Poder Legislativo, no es suficiente cuando se trata de caminar ajustado a los pasos que señala la Carta Política del Estado. El buen Gonzalo resbaló y se ensució los zapatos.  Todo por culpa de su primo hermano, Pedro Olaechea, personaje distinguido y que en los últimos tiempos anda también mal acompañado por una junta de amistades con antecedentes políticos poco recomendables.

Después de lo sucedido muchos se preguntarán  ¿por qué Gonzalo tenía esa sed de poder? La interrogante es inmensa. Persona con fortuna amplia y abundante, profesional respetable en su especialidad donde el dinero va y viene, poco conocedor del constitucionalismo. La primera respuesta es que tenía la condición de plegarse a la citada banda política, que en estos últimos años, todo lo bueno que quiso hacer lo hizo mal y todo lo malo que ha hecho lo ha hecho bien.

 

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