Es verdad, se necesita un Estado más grande pero eficiente

 

Cómo para no creer. El presidente del Poder Ejecutivo urge que le otorguen facultades para legislar y, en sentido contrario, la presidenta del partido que tiene abrumadora mayoría en el Poder Legislativo trata de imponer condiciones para hacerse dueña del gobierno. En el primer caso se explica la posición asumida. La Constitución Política del Estado lo permite y más aún cuando se trata de resolver problemas acuciantes en seguridad ciudadana y lucha contra la corrupción, reactivación económica, infraestructura para dotar de agua potable a los más necesitados y reforma del Estado. En el segundo caso no ocurre lo mismo. La Carta Política considera impertinente que una persona que no ha recibido el mandato ciudadano pretenda hacer las veces de gobernante y peor si su plan de gobierno recibió el rechazo cívico en las ánforas.

La cuestión en conflicto se produce en circunstancias singulares: la opinión pública, según escrutinios recientes le brinda su apoyo a Pedro Pablo Kuczynski, en tanto no hace lo mismo con Keiko Fujimori, con el agregado que la perciben como una mala perdedora. Así las cosas, aparece la palabra del presidente del Consejo de Ministros, haciendo ver que la modernización del Perú y la afirmación de la democracia, pasa por un ordenamiento del Estado. Fernando Zavala, más técnico que político, explica que hoy por hoy el Estado se encuentra alejado del ciudadano y carece de medios legales para tomar decisiones. “Necesitamos un Estado más grande” expone, tomando distancia del recetario neoliberal y ubicándose en el centro, para solucionar los graves problemas que se presentan en educación, salud, pero sobre todo eficiente y sin dejar de lado lo que corresponda al emprendedurismo privado.

¿Resulta realista lo dicho por Zavala? ¿O se trata de una buena intención, dada la complejidad de una gobernanza que se presenta difícil? Apostamos por lo primero, porque ha puesto en agenda un tema central, el referente a la pobreza material junto con el marginamiento social que sufren millones de peruanos. En el país, aunque se diga lo contrario, existe un mal desarrollo, a un desarrollo perverso que viene desde muy lejos en nuestra historia política, por la persistencia, no pocas veces brutal, de estructuras, de decisiones, de cultura, de atropello y de injusticia social.

En estos momentos, por los avances rampantes de la especulación (¿Han observado cómo se comportan los bancos comerciales?), de la corrupción, de la mentira, utilizadas deliberadamente como armas políticas y económicas para explotar aún más a la población, entre otros factores, continuamos viviendo en el subdesarrollo. Aunque digan que no, la verdad es que se sigue facilitando el potenciamiento prepotente de nuevas oligarquías plutocráticas, monetarizadas, mafiosas, que operan con absoluto menosprecio por el trabajo humano, por los marginados de siempre. Esto no lo puede desmentir en forma alguna la neofujimorista Lourdes Alcorta, a quien la palabra mafiosa la pone nerviosa.

Esta situación se agrava más por la aplicación ya generalizada de las tesis neoliberales cuyos programas de ajuste para enfrentar la crisis se manifiesta en un discurso puramente economicista y materialista. Lean o escuchen lo que está ocurriendo en la Argentina de Macri. No hay interés por los problemas humanos y sociales y creen que todo lo debe solucionar el mercado, sabiendo que ello no ha resuelto nada. Miremos a nuestro alrededor, aquí nomás en la capital de la república. El neoliberalismo ha degradado la vida y el trabajo humano, ha provocado el avance imparable de la pobreza extrema y del marginamiento social. ¿Por qué los cerros se siguen cubriendo de precariedad con chozas de esteras, sin agua, sin luz, sin vías transitables? ¿Porqué crece la delincuencia entre la juventud, armada de fusiles de cañón corto y pistolas? ¿Por qué la prostitución se ha convertido en el medio recurrente de muchos hogares? La lista del porqué es abundante. Y todo por el agravamiento de todas las formas de injusticia y desigualdad sociales.

No es cuestión de pesimismo. Pero es de desear que Zavala y el propio Kuczynski se pongan el alma al pecho para sacar adelante ese Estado grande y eficiente, no aquel que engaña con limosnas a los pobres, no aquel que es utilizado como medio de gobierno por la autocracia. El país necesita un Estado con estructuras que hagan posible vivir a la población como seres humanos dignos. El Perú puede ser moderno. Ya es hora que supere ese maldito hábito de mantener a los peruanos, conviviendo en dos repúblicas, en dos naciones: una, la formal y oficial, la de las minorías privilegiadas y pudientes; otra, donde se hacinan los pobres y marginados sin voz, sin poder, sin capacidad para participar y decidir su propio destino.

 

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