Herodes: Obsesión perversa por el poder

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Conocido como El Grande por sus proyectos constructivos colosales,donde figuran   la expansión del Segundo Templo de Jerusalén, el puerto de Cesarea Marítima y las fortalezas de Masada y Herodión, Herodes no vaciló en perpetrar la matanza de los inocentes en su intento por asesinar al niño Jesús.

Cegado en su obsesión perversa por el poder, Herodes el Grande se turbó con la llegada de los Reyes Magos que se dirigían hacia Belén para adorar al Mesìas, es decir al Rey de los Judíos que profetizaban las escrituras.

Creyendo que su trono, impuesto los romanos, peligraba convocó  a los principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.

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-En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta le contestaron recitándole ñas escrituras:  Y tú, Belén, en la tierra de Judá, de ninguna manera eres la más pequeña entre los gobernadores de Judá; porque de ti saldrá un gobernante que pastoreará a mi pueblo Israel.

Temeroso de que sus edificaciones grandiosas fuesen opacadas por el niño nacido en Belén llamó en secreto a en secreto a los magos e indagó de ellos el tiempo de la aparición de la estrella, y enviándolos a Belén, les dijo:

-Id y averiguad con cuidado acerca del niño. Tan pronto le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen

Evangelio de Mateo 2:16-18

¿Quién era  Herodes Grande?

Este malvado  personaje trataba de ganarse el apoyo de los judíos y llevó a cabo grandes obras públicas, para acallar los abusos de su poder y el sometimiento a sus amos de la Roma Imperial pero su crimen más horrendo fue la matanza de los inocentes.

En “La Historia de Cristo”, de Giovanni Papini se le describe:

“Herodes era un monstruo, uno de los monstruos más pérfidos que haya engendrado el calor abrasador de los desiertos de Oriente, que, en verdad, había engendrado más de uno horrible de ver.

No era hebreo, no era griego, no era romano. Era un idumeo: un bárbaro que se arrastraba a los pies de Roma y remedaba simiescamente a los Griegos para mejor asegurar su dominio sobre los Hebreos.

Hijo de un traidor, había usurpado el reino a sus patrones, a los últimos desgraciados Asmoneos. Para legitimar su traición casó con una sobrina de ellos, Mariamne. a quien, luego, mató por infundadas sospechas.

Antes había hecho ahogar, a traición, a su cuñado Aristóbulo; había condenado a muerte a su otro cuñado José y a Hircán Segundo, último reinante de la dinastía vencida.

No contento con la muerte de Mariamne, hizo que mataran también a la madre, Alejandra, y hasta a los hijos de Baba, por el único crimen de ser parientes lejanos de los Asmoneos. Próximo ya a la muerte, ordenó fuera también asesinado su tercer hijo, Arquelao.

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Lujurioso, desconfiado, despiadado, ávido de oro y de gloria, nunca tuvo paz ni casa, ni en Judea, ni dentro de sí. Para que olvidaran sus asesinatos, donó al pueblo romano trescientos talentos para que fueran gastados en fiestas;

Este soldadote disfrazado, este árabe, civilizado a medias, pretendió conciliar y conciliarse a Helenos y Hebreos: logró comprar a la posteridad degenerada de Sócrates que, en Atenas, llegó al extremo de erigirle una estatua; en cambio los Hebreos lo odiaron hasta la muerte”.

Rey de los judíos durante 33 años (del 37 al 4 a.C.), amado, odiado y admirado por su pueblo era muy competente en política: tras la muerte de Julio César, fue amigo sucesivamente de Casio, uno de los asesinos de César, y luego de Marco Antonio, uno de sus vengadores.

Dedicado a afianzar su reino, persiguió sañudamente a la aristocracia disidente: mató a casi todos y confiscó sus bienes. Nombró a los sumos sacerdotes a su antojo, se rodeó de un ejército de mercenarios y formó un cuerpo de policía que vigiló de tal modo la nación que no se movía una hoja sin que él se enterase.

Tenía calabozos y salas de tortura en sótanos de palacio, y los confidentes de la policía traían a diario a sospechosos, a los que torturaban horriblemente. Cuenta Flavio Josefo que se formó como una especie de estado policial.

Su férrea política de impuestos le permitió fundar nuevas ciudades, la más famosa fue Cesarea Marítima. Dignificar Jerusalén reconstruyendo el palacio real y la fortaleza Torre Antonia. Alzar un teatro, un hipódromo… y casi hizo de nuevo el antiguo Templo de Salomón.

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Herodes se ganó la confianza de Augusto, quien le concedió más poder y territorios. Al final,  tenía un reino superior en extensión al de David y Salomón. Nunca antes otro rey de Israel le había igualado.    

Herodes pretendía que los judíos abandonaran su proverbial retraso, aceptaran la cultura grecorromana y se hicieran ciudadanos del Imperio. Fracasó. Los judíos nada querían saber de culturas extranjeras que ponían en peligro la pureza de su fe.

Herodes murió tras grave enfermedad  y fue enterrado con gran pompa en el palacio fortaleza de Herodion. De su brillante reinado quedó poco. En unos 70 años se precipitaron de tal modo los acontecimientos que los judíos de su antiguo reino se enfrentaron a Roma y fueron casi barridos de la faz de Israel”.

 

 

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