Invita a soñar con un mundo nuevo

 

Han pasado más de cincuenta años desde que Pablo VI tuvo la feliz iniciativa de instituir la Jornada Mundial de la Paz el día primero de cada año. A lo largo de este tiempo, el romano pontífice no ha dejado de enviar al mundo un mensaje de esperanza, subrayando aspectos necesarios para encauzar el anhelo de paz que, a pesar de tanto conflicto, constituye uno de los rasgos definitivos de la cultura posmoderna.

Estos días, de la mano del papa Francisco, resulta inevitable meditar sobre las consecuencias positivas que podrían derivarse de la actual coyuntura. No se puede olvidar la lógica cristiana, tantas veces subrayada por Benedicto XVI: un acto violento –la muerte de Cristo en la cruz- se transforma sacramentalmente en eucaristía, acción de gracias, fraternidad.

La pandemia ha servido, al menos, para rescatar del olvido situaciones de indiferencia, rechazo, soledad, confrontación y dolor que paradójicamente sufren tantas personas en los países más desarrollados. El papa Francisco, que tantas veces se ha referido a la “cultura del descarte”, centraba su mensaje anual en “la cultura del cuidado como camino de paz”: pienso que se trata de una faceta importante para construir una vida social basada en esa relación radical de fraternidad a la que dedicó su última encíclica.

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