Jugar con la vacancia

 

Un día sí y otro también escuchamos hablar de la culpabilidad del presidente PPK en el Lava Jato peruano. Lo tratamos como si fuera el presidente de un club de barrio y no la más alta autoridad, aquella que según la Constitución, personifica la nación.

Las instituciones importan titulaba un informe del BID de fines del siglo pasado. El orden constitucional, importa y los principios de la democracia deben ser puestos al abrigo en este vendaval que amenaza con liquidar nuestra clase política sin dejar piedra sobre piedra. PPK hace bien en defender su investidura porque con ello la preserva de la manipulación y la banalización interesadas por quienes han asumido posición de moralizadores con poca memoria de su pasado como fujimorismo gobernante.

Fungen de catones sin recordar que en la década del noventa hubo tres gobiernos autocráticos y corruptos que violaron el ordenamiento legal del Perú. Muy bien que sus actuales representantes, fans de Keiko Fujimori, luchen contra la corrupción pero deben recordar y aplicar los principios de la constitución que protegen a las autoridades legítimas. Desterrar la impunidad sí pero no arrojar el agua sucia con el bebe adentro.

Es un espectáculo penoso la exhibición de voluntad de acusar y destituir al Fiscal de la Nación y a los cuatro miembros del Tribunal Constitucional a lo que podría seguir el cese del Presidente Kuczynski y sus vicepresidentes, de suerte que el Presidente del Congreso, de color naranja, asuma el ejecutivo y haga posible la victoria presidencial de Fujimori en el 2021.

Todo parece burdamente cantado. En pleno vendaval Lava Jato ellos quieren proteger a sus líderes derribando instituciones sin importar el costo para el Perú. Solo les interesa demostrar su fuerza como mayoría parlamentaria frente a un Ejecutivo débil sin mucha capacidad de reacción. Y si la tiene harán todo lo necesario para descalificar y destruir a quien esgrima argumentos constitucionales para impedir que PPK se ponga voluntariamente en las garras del monstruo.

La mayoría fujimorista no tiene los 87 votos, solo las minorías parlamentarias unidas podrán evitar que se sacrifique la vida democrática y nos pongamos en la ruta del temible Estado fallido.

Porque un pueblo sin memoria repite lo peor de su historia. Si la crisis que vivimos no encuentra fuerzas que representen el saneamiento moral urgente, el Perú quedará en manos de quienes abran las puertas al antisistema. Y el grito de que se vayan todos comenzará a escucharse.

 

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