Lima produce al año más de 2 millones de toneladas de basura por año. Alrededor de 9 de cada 10 kilos de esta basura son recolectados ¿Y qué pasa con el resto? Podemos verlo en muchos lugares de la ciudad, cerca de colegios, mercados y hasta hospitales.
Rumbo a un centro comercial del cono norte, encontramos una pared donde con grandes caracteres puede leerse “Prohibido arrojar basura” y al costado grandes montículos de basura.
Hace unos meses en un programa de TV se denunció que gran cantidad de desmonte y desechos de construcción eran arrojados en las costas limeñas. El boom inmobiliario afectaba directamente nuestras playas y la salud de la población, contando con la complacencia de las autoridades municipales que hacían oídos sordos a los reclamos.
Esto no pasa solamente en Lima. Andahuaylas es una linda ciudad andina que ha crecido mucho en los últimos años. Sin embargo cuando nos dirigimos del aeropuerto a la ciudad, en el recorrido de una hora lo primero que vemos es un extenso basural donde es común ver arrojar basura a los propios camiones del municipio.
Pero ¿qué tiene que ver esto con la cultura? Es necesario tomar conciencia sobre este problema y sobre todo ser responsables. Estos son algunos casos que hemos visto, que muestran el desinterés por el problema.
En aulas de colegios y universidades se dejan los desperdicios encima de las carpetas o en el suelo, a pesar de que existen tachos de basura.
Las personas arrojan cáscaras de frutas y empaques de galletas en la vía pública cuando a media cuadra existe un tacho colocado por el municipio. Es común ver que se arrojan desperdicios por las ventanas de vehículos.
Todos podemos contribuir a mantener una ciudad más limpia. Es un deber que al fin y al cabo nos favorece a nosotros mismos. Quienes asistimos hace tres años al Congreso de la ANP en la ciudad de Tarapoto pudimos ver una ciudad muy limpia, que en gran parte se debía a la conducta de sus propios habitantes ¿Por qué no empezamos a realizar lo mismo en nuestra Lima?