La corrupción no es un dolor de cabeza, es un cáncer

 

Da pica, rabia y pena ver el estado de postración en que se halla el país, ante uno de sus peores males: la corrupción. Esta campea en todos los estratos de la sociedad peruana y a nadie, más allá de escuchar simples proclamas de políticos taimados, le llama la atención que pese a los años transcurridos de la creación de la república, no haya solución alguna. Es tan clamoroso el caso que no es raro escuchar una interrogante que corre por plazas y calles: ¿Y quién moraliza a los moralizadores? No hay quien ponga el pecho. Toda una puñalada al corazón de la civilidad.

Por lo pronto Transparencia Internacional ha revelado que el Perú se encuentra en el deshonroso 88 puesto del ranking mundial. Ha retrocedido tres posiciones, entre 168 países de todo el globo. Actuando con mano tibia el Poder Judicial se llena la boca afirmando que el año pasado impuso más de 13 mil sentencias por corrupción, sobre todo en delitos de cohecho, las más de las veces en la modalidad de soborno, que dio lugar a 7, 272 sentencias condenatorias; malversación de fondos, con 2,745; peculado con 2,658; y concusión, con 959 sentencias. Las cifras parecerían justificar la labor de los jueces -aunque hay que reconocer que hay quienes son probos-, pero no es así. Existen casos en que los delincuentes al poco tiempo o se internan en clínicas a la manera de prisión dorada, recurriendo a los fondos dinerarios mal habidos, o simplemente salen en libertad recurriendo a las artimañas de defensores que se las saben todas.

Lo preocupante está en que mientras esto ocurre desde lejanos años, originando la emergencia de familias “decentes” porque se encuentran bien forradas de dinero de origen dudoso, el país y sobre todo los sectores menos protegidos, sufren las consecuencias del grave daño ocasionado por la corrupción. Hace poco tiempo. Lucía Pautrat, de la Universidad Católica, explicó que tan repudiable situación golpea directamente a los programas sociales que están dirigidos a la población más necesitada. Cómo será la cosa, que existen estimados que aseguran que el costo de la corrupción hace perder al país un promedio de 11 mil millones de dólares anuales, dinero suficiente para edificar más de 70 colegios estatales y más de 200 centros hospitalarios, dotados de toda la tecnología moderna y equipamiento ad hoc. Tal cifra, los 11 mil millones de dólares, representa el 8 por ciento del producto bruto interno del Perú, mucho más de lo que existe en el presupuesto para sectores como el de Educación.

Una acuciosa periodista, Élida Vega Córdova, recuerda en una crónica lo ocurrido en las recientes elecciones presidenciales, con pasajes protagonizados por el actual presidente de la república, Pedro Pablo Kuczynski, quien en la cara pelada de su ocasional rival, Keiko Fujimori, le espetó: ¡”Tú no has cambiado pelona”! Fue suficiente, con su poco conocido humor inglés, el ahora mandatario marcó distancia y comenzó a subir en poco tiempo en las encuestas hasta llegar a la victoria final. Keiko se quedó estupefacta ante el ataque que la desnudaba como heredera del corrupto padre que tiene y que hoy purga carcelería.

Es de anotar que la corrupción no es un problema más. Ya lo hemos recalcado. Junto con la delincuencia y el consumo de drogas, está considerada por el 94 por ciento de habitantes de la capital de la república, como uno de los problemas que tiene agobiado al país. El tema es escalofriante. Una encuesta a ejecutivos empresariales, pone al descubierto que éstos en un 42 por ciento, afirma que se podría justificar comportamientos poco éticos, con tal de alcanzar metas financieras, mientras que un 16 por ciento de los mismos, reconoce que justificaría un pago en efectivo para retener o ganar un negocio.

Si ese es el parecer de la gente de cuello y corbata, ahora habría que ponerse a pensar en lo que ocurre en otros estratos de la población. En suma es un cáncer y no un dolor de cabeza. Para terminar de amargarnos, debo indicar que el Perú no alcanza el nivel de higiene moral que ocurre en Uruguay, Chile, Brasil, Colombia. Estamos peor y solamente para pasarnos el dolor, tampoco estamos como esa mancha negra que afecta a Bolivia, Ecuador, Argentina, Paraguay y Venezuela. Lo que no quita que el nuevo gobierno, se vea en el deber de abrir nuevas prisiones para miles de corruptas y corruptos, que por ahora tienen el cinismo de declararse inocentes.

 

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