La Iglesia en números

 

Recientemente se ha publicado el Anuario Pontificio 2017, el cual proporciona una fotografía de cómo se encontraba la Iglesia al final del 2015. Ofrece fríos datos estadísticos que esbozan la situación de la Iglesia Católica en ese momento y permiten compararla, por ejemplo, con el estado de la Iglesia hacia el final del 2010 o del 2005. Cabe señalar, sin embargo, que el enfoque numérico siendo útil también es insuficiente. No solo por la limitación de los números, pues por ejemplo el Anuario no aporta datos sobre el índice de práctica religiosa, porcentaje de los que asisten a misa dominical, o la multitud de católicos que, estando bautizados, no se consideran a sí mismos como tales; sino también porque la realidad espiritual de la Iglesia no es susceptible de medición. En efecto, no existe un termómetro de santidad en la Iglesia, cuando es precisamente este el objetivo de la institución. Si acaso podemos constatar, de forma inequívoca, que a lo largo de este quinquenio se ha incrementado de forma exponencial el número de los mártires.

Los católicos sumaban al final de 2015 alrededor de 1285 millones de personas, lo que representa aproximadamente el 17.7 % de la población mundial. Si se compara con el porcentaje de hace 10 años, resulta que ha habido un ligero crecimiento, pues en 2005 representábamos el 17.3 %. En los últimos 5 años ha crecido un 7.4 % el porcentaje de católicos, es decir, un poco más que el crecimiento bruto de la población. Puede parecer una buena noticia, y de hecho lo es, sin embargo ha disminuido la ratio de fieles católicos por cada sacerdote. En efecto, actualmente hay 3091 católicos por sacerdote, mientras que en 2010 eran 2900. En América es donde más se nota esa carencia, pues hay alrededor de 5000 fieles por cada sacerdote.

En números absolutos ha crecido la cantidad de sacerdotes los últimos diez años. Frente a los 406,411 que éramos en 2005, ahora somos 415,566. Sin embargo, la tendencia es a la baja, en el sentido de que ha disminuido globalmente el número de seminaristas. En 2010 eran 118,990 frente a los 116,843 que había en 2015. También ha decrecido el número de religiosos, pero sobre todo, el de religiosas que pasaron de ser 721,935 en 2010 a 670,320 en 2015.

En resumen, hay más católicos y sacerdotes respecto a los últimos 10 años, pero el número de católicos ha crecido más rápidamente que el de los sacerdotes. Además, la proyección a futuro es de un descenso en el número de sacerdotes, pues en estos 5 años ha caído el número de seminaristas. Por otra parte, se experimenta un constante descenso en las vocaciones religiosas, siendo más aguda la pendiente en las religiosas (mujeres). No aparece el dato en el Anuario, pero sí en el informe del Center for Study of Global Christianity así como en el Informe sobre Libertad Religiosa presentado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, donde consta que, sólo en 2016 hubo 90,000 mártires, es decir, un cristiano era asesinado cada seis minutos. El cuadro de la Iglesia resulta entonces variopinto, pues mientras en extensas zonas del planeta se abandona lenta y silenciosamente la práctica de la fe, en otras muchas personas dan la vida por su fe.

¿Qué supone la disminución de la ratio entre fieles bautizados y sacerdote? Diversas conclusiones, según sea la perspectiva. Necesariamente una disminución de la práctica sacramental. No puede ser de otro modo. Menos misas, más celebraciones de la palabra, menos confesiones, lo cual, dada la naturaleza espiritual y sacramental de la Iglesia, no puede ser sino un dato negativo. A ello se une, también casi de forma necesaria, un retroceso en lo que a formación religiosa y catequética se refiere. Si se ve, en cambio, el “vaso medio lleno”, supone por el contrario la necesidad de un mayor protagonismo de los fieles laicos en la vida de la Iglesia. Una invitación a tomar conciencia de su protagonismo evangelizador. La ocasión de descubrir que, al igual que en los primeros siglos del cristianismo, la Iglesia está en sus manos. Es decir, esta encrucijada representa la oportunidad de sacudirnos, de una vez por todas, el clericalismo dentro de la Iglesia, y a tener una visión más completa y no reductiva de la misma: la Iglesia no es la jerarquía; la Iglesia está formada por todos los bautizados, y dentro de ella, cada uno tiene su función, clérigos y fieles laicos, siendo igualmente importante el papel que cada uno desempeña.

Este protagonismo de los laicos en la Iglesia puede entenderse también como protagonismo de la familia. La familia es la “Iglesia doméstica”, “el futuro de la Iglesia se fragua en la familia”, las familias cristianas son semilleros de vocaciones. También por eso ahora la Iglesia se bate dramáticamente en defensa de la familia, pues en su defensa se juega el futuro de ella misma y el futuro de la humanidad. En esta batalla, nuevamente, el papel primordial lo tienen los fieles laicos.

 

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