En cierta ocasión una persona muy joven quien conducía un programa musical nos preguntó qué tal nos parecía su estilo y añadió ¿Es muy bueno verdad? A nuestro pesar debimos desengañarlo pues el estilo de hablar y conducir el programa era una abierta imitación de un reconocido locutor de la época. No le gustó nada nuestro criterio y tampoco lo aceptó. Pasado el tiempo desapareció del mundo de la radio. ¿Cuál fue su error? Imitar y no darse cuenta o no querer darse cuenta que lo hacía.
Lo más importante en la vida es ser uno mismo. Ser genuino. La Real Academia Española nos dice que esto equivale a ser auténtico o legítimo.
Recordamos imitadores muy poco creativos quienes se dedicaron a imitar a un solo personaje durante su vida y nunca fueron ellos mismos, nunca desarrollaron algo propio. Hay ahora varios concursos de imitadores, algunos de ellos muy buenos. Esperemos que en algún momento hagan algo suyo.
Pero así como en el mundo de la radio y del espectáculo hay imitadores también los hay en la vida daría. Personas que no han desarrollado una identidad propia y que imita a otros a quienes admiran. Está muy bien admirar lo bueno, pero es indispensable ser uno mismo. Por eso somos seres humanos dotados de una propia manera de ser; cada uno diferente del otro.
Las personas genuinas destacan siempre frente a las demás porque tienen su propio estilo en su manera de ser y actuar. Para decirlo en pocas palabras: Estas personas son ellas mismas.
Aunque a veces lo neguemos, todos tenemos la necesidad de ser reconocidos y por eso es que en la búsqueda de esto podemos terminar siendo solamente imitadores en nuestra propia vida cotidiana. Lo más importante es que se nos reconozca tal como somos, por lo que somos y lo que valemos. ¿No les parece?