La marea negra en acción

 

Odebrecht tendió su maraña y creó una marea negra que está engullendo personajes e instituciones. La población asiste incrédula y angustiada al escenario de la distribución de culpas que no ha dejado títere con cabeza. A todos les pagamos con la misma modalidad, ha dicho Barata, y todos los partidos políticos, salvo Acción Popular, están involucrados en la entrega de dinero negro. Algo presumible que viene de la angurria y desmesura de nuestra legislación sobre el financiamiento electoral que deja todas las fisuras para que dineros de origen reprobable irriguen la política nacional como ha venido sucediendo.

Discutir de traiciones y lealtades -que significarían parámetros morales- para la política cuando sabemos que no los tiene es casi como debatir el sexo de los ángeles o la curvatura del círculo. Lo peor es que la población lo siente así. Reprueba la trayectoria que mancha a PPK como primer mandatario que personifica a la nación pero no da mayor confianza a quienes desde un Parlamento cuestionado proclaman su lucha contra la corrupción cuando tienen inmenso rabo de paja y una historia que merecería mayor discreción, en especial en el caso del fujimorismo.

La calle no está involucrada en este absurdo y egocéntrico juego de tronos a pesar de las cifras en las encuestas que van a la baja. Las declaraciones de Barata echando lodo con ventilador han impactado para que no se reconozca autoridad moral a nadie. Y eso es lo peor porque las generalizaciones terminan en un que se vayan todos cuando nadie puede predicar incorruptibilidad. Nadie cree en la disputa por la gobernabilidad que vendría con la salida de PPK y el ingreso de Vizcarra a Palacio.

Durante los meses de mandato de PPK los conflictos entre el Gobierno y el Parlamento nunca cesaron. De ahí la pérdida de confianza y el desencanto con ambos poderes. La vacancia del presidente Kuczynski es una pesadilla que él debería ahorrarle al país con su renuncia. Pero excesivos intereses en juego, demasiados poderes que terminarían con su salida lo han convencido de no renunciar. Su gestión ha oscilado entre dos posibilidades igualmente negativas, entre vacancia y disolución del Congreso contaminando la política, reduciéndola a grupos de presión.

Hemos llegado al nudo gordiano aunque la ciudadanía no espera verdaderos cambios en esa relación patológica de amor odio entre los dos poderes del Estado. El tema es de fondo aunque nadie quiere verlo así, es la falta de autoridad moral de los políticos de todas las tiendas distribuidos recíprocamente entre acusadores y acusados. Nadie puede llenarse la boca de lucha contra la corrupción cuando han nadado en el mismo barro, salvo honrosísimas excepciones.

PPK tiene muy baja aprobación y el Legislativo tiene aún menos -17% y 14%, respectivamente, según la última encuesta de Ipsos-. Los principales líderes políticos no pueden estar orgullosos de estas cifras, las soluciones constitucionales están siendo prematuramente desgastadas y la marea negra hace su camino con ayuda de la irresponsabilidad y de los intereses creados. En el Ejecutivo y en el Congreso necesitan ojos para ver.

 

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