La mariposa recordará siempre que fue gusano

 

A estas alturas de la realidad peruana, casi vencido el primer semestre del año, dan ganas justificadas de repetir, al lado de ese poeta universal que fue en vida Mario Benedetti: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”.  Así lo amerita la situación política, económica y social, en este país de más de 31 millones de habitantes, que sigue de mal en peor, no solamente por la catástrofe que ha ocasionado el Covid-19, sino también por los malos antecedentes que se arrastran desde décadas pasadas.

Una mirada epidérmica de la labor que vienen cumpliendo quienes tienen responsabilidad primera en tan compleja problemática nacional, hace ver que existe, si no evidente miopía, falta de capacidad para conducir el destino del país por mejores rumbos. Por un lado, el Congreso de la República a la fecha, no da la talla para asumir la labor legislativa, al menos con leyes que sirvan de ejes para el progreso real de la Nación. Leyes, por sobre todo, que saquen de la pobreza y del olvido a los más necesitados, las mismas que sin llegar al extremo del despilfarro de la caja fiscal, sirvan para redimir a quienes son irrespetados en su dignidad.

En medio de esta, hasta ahora, decepcionante actuación de un Congreso, en el que se tenía fundadas esperanzas, luego de la corrupta y hasta delincuencial gestión de una representación antecesora que más sumó ilicitudes e ingobernabilidad, como nunca antes se había visto, se puede apreciar a los que, tradicionalmente, acostumbran pescar a río revuelto. Hablan, por medio de sus voceros oficiales y oficiosos, de “reconstruir la economía nacional”, cuando en realidad lo que buscan es poner bajo su férula al gobierno de turno, arrinconarlo y hacerlo arrodillar, como lo han hecho desde tiempos inmemoriales, y así convertirse en los artífices de la edificación de un andamiaje, que les permita manejar, a su real antojo, los hilos invisibles de la gobernabilidad.

Así las cosas, mientras el actual régimen dedica, sin desmayo ni tregua alguna, sus mayores esfuerzos por salvar la vida de la población, de los embates del coronavirus, se da el caso, igualmente, de otros que han optado por promover el desgobierno, con opiniones fuera de todo criterio racional. Estos, en medio del dolor de la población, hablan de fracaso, en una hora difícil para el país, cuando la unidad moral y material, debería llamarnos a todos, sabiendo que las estadísticas hablan, de un lado, de fallecidos, pero también en número mayor de miles de compatriotas que han logrado superar el trance letal de esa maldita pandemia.

¿Será posible con estas personas de alma negra alcanzar, en lo inmediato, la transformación social y el comportamiento político, es decir modificar la herencia del pasado y encontrar un mejor futuro del Perú? Pienso que será imposible. Que ello, sin embargo, sí será factible, cuando esa esperanza constituida hoy por casi 9 millones de jóvenes, del total de la población, se conviertan en vanguardia para animar los intensos debates en lo político, en lo económico, en lo social.

A esos jóvenes, llámense generación y/o millennials, les hago recordar que no deben caer en el pecado de quienes no saben hacer patria, porque como dijo Benedetti: “La mariposa recordará por siempre que fue gusano”.

 

Leave a Reply