La palabra de César Lévano sigue invicta

 

Conocí como otros miles que admiraron a César Lévano. Así, a secas tal cual era su seudónimo. En realidad se llamaba Dante. Puedo afirmar que tenía tres casas: Aquella en el barrio bajopontino, donde formó su hogar al lado de su entrañable Natalia Casas, la sala de redacción de los medios en los cuales trabajó sin horario y el campus de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en donde dejó huellas profundas sobre sus experiencias periodísticas. Podría agregar una más: La cárcel, de la cual fue huésped en diversas oportunidades, por defender su derecho a la libertad de pensamiento y a la libertad de palabra.

De esta última experiencia, en unos de esos tantos diálogos con los que me privilegió, escuché de sus labios que, estar en prisión, no tiene más significado que el de una estadía penosa, pero al mismo tiempo, digna si se trata de un sacrificio por causas nobles, como la de preservar en alto los más caros ideales. Estoy seguro que por eso escribió en verso: “A prisión y tortura me llevaron, allí vi el diamante de los héroes, purificados por tortura o muerte. Si llamas a la puerta de mi casa, no preguntes por mí, que yo no estoy. Sigue el camino de la luz nocturna, si es que quieres llegar por donde voy”.

La identidad de César con la clase trabajadora desde niño hasta llegar a los 92 años, es indiscutible. En tal sentido, se mantenía muy bien informado de cuanto afectaba a quien vive de un salario o de otros medios de trabajo informal, en un mundo sustancialmente globalizado e interdependiente. Eso lo llevó a advertir los alcances de la imposición del capitalismo salvaje, el mismo que, ha permitido las presiones del poder económico para controlar sin limitaciones a los asalariados, fragilizar los sindicatos en todos los continentes e imponer brutales intervencionismos en los países del sur.

Otro de los temas que trataba de manera pausada, pero con pasión, era el relacionado al rol actual de los medios de comunicación al servicio del progreso de los pueblos. ¿Están cumpliendo su labor para el desarrollo de la dignidad? ¿Esa tarea hondamente social, permite formar ciudadanos verdaderamente humanos?, recuerdo haberle preguntado entre muchas inquietudes. Su respuesta se repetía: “este nuevo universo, que los seres humanos y los pueblos alcanzan por obra de los medios de comunicación social, podría quedar como algo raro y extraño, hasta diría inútil, si la prensa, la televisión, la radio, la Internet, no se despojan de complejos o de intereses mezquinos, y en cambio, optan por engrandecer su juicio editorial y lo ponen al servicio de los oprimidos, de los marginados”.

César Lévano La Rosa, ha desaparecido físicamente. Sin embargo, sus enseñanzas siguen de pie. Fue un maestro por encima de todo. Predicó sobre la recta conciencia en el uso de los medios de comunicación social. Defendió hasta el minuto final la urgencia de un mundo mejor para el proletariado. Por eso, como bien ha dicho la Asociación Nacional de Periodistas del Perú, gremio de los trabajadores de prensa, de la cual fue socio honorario, vivirá siempre en el recuerdo. Su palabra está invicta.

 

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