La pareja perfecta

 

¿Cómo elegimos pareja? Hasta ahora se ha sabido que ellos buscan en primer lugar belleza, sobre todo buenas caderas como promesa atávica de fertilidad y ellas, un buen prospecto para alimentar a la prole. La fachada del candidato no contaba; al menos no en primer lugar.

Pues esto ya no funciona en la presente era tecnológica dentro de las sociedades más igualitarias, que son también las más prósperas. Lo afirma un estudio conducido por profesores de sicología de las universidades de Innsbruck, Alemania y Northwestern, Estados Unidos, cuya conclusión en forma sintética es que las preferencias de apareamiento de las mujeres y los hombres, con inesperada rapidez, responden a los avances de la igualdad.

Una versión periodística de esta investigación apareció en abril en la sección Ciencias del prestigioso sitio alemán de noticias en línea Deutsche Welle (DW). En enero había sido previamente publicada en la Revista Europea de Psicología Social.

Marcel Zentner, de Innsbruck y Alice Eagley, de Northwestern, desarrollaron estudios en países tan diferentes como Irán y Finlandia, Arabia Saudita y Suecia, Japón y Gran Bretaña y tras analizar los datos encontraron que para casarse los varones ya no van necesariamente tras la apariencia como primer requisito, ni las mujeres tras una billetera llena: ambos buscan inteligencia, sociabilidad, fiabilidad, educación y madurez emocional.

Ah, detalle notable, las chicas valoran que los candidatos sepan cocinar y planchar y le dan mayor importancia a la apariencia física que la que le asignan ellos. Los chicos en cambio priorizan que sus parejas tengan buena preparación académica, sociabilidad y madurez.

Marcel Zentner ha resumido los resultados del estudio así: “los hombres prefieren cada vez más mujeres inteligentes”, y lo que le sorprende más a este connotado académico es “la rapidez con que esta preferencia se viene imponiendo conforme avanza la igualdad de género”.

Al parecer, Zentner y Eagley pensaban encontrar una ratificación de los parámetros de la biología evolutiva clásica: los varones buscando reproducirse en la pareja físicamente mejor dotada, y ellas, en la búsqueda de un buen proveedor para la prole. La sentencia bíblica “creced y multiplicaos” estuvo vigente…hasta ahora.

La evolución se adapta, por lo visto, y hoy la búsqueda de pareja ya no está basada en la prole, al menos no en el segmento más próspero de la sociedad en los países más igualitarios en materia de género.

Hasta hace poco esto hubiera sido impensable según lo sugieren autores que han sido buenos observadores sociales, por ejemplo, Henry James, el escritor neoyorquino de la segunda mitad del siglo XIX. Él puso en boca de uno de los personajes de su obra “Washington Square”- un médico muy adinerado- la queja de que su hija, heredera de una fortuna, no tenía pretendientes. “Por lo visto son desinteresados los jóvenes de Nueva York”, se lamentaba.

Medio siglo antes la popular autora británica Jane Austen-fiel testigo de su época- nos hacía notar con su característica ironía que “las mujeres solteras tienen una propensión terrible a ser pobres, lo cual es un argumento muy fuerte en favor del matrimonio”. Son testimonios de que el factor económico es el que ha venido rigiendo la elección de pareja cuando los roles sociales estaban definidos por género.

Ni Henry James ni Jane Austen hubieran imaginado que en las sociedades desarrolladas del siglo XXI, toda mujer de éxito iba a preferir en vez de un buen proveedor para la prole, un esposo tan bien preparado como ella, atractivo, sociable y que no se sienta mal al planchar su propia camisa, y de paso la de ella también.

Puede verse una versión del estudio Zentner-Eagley en: https://tirol.orf.at/news/stories/2756940

 

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