La reforma política no es tarea de improvisados

 

Existe interés, preocupación y cierta expectativa sobre la repetida historia de una reforma política en nuestro país. El Poder Ejecutivo ha recibido el informe de una comisión especial presidida por Fernando Tuesta Soldevilla. El Poder Legislativo, en la practica el “poder del keikismo”, hace saber que tiene múltiples iniciativas sobre el particular. Todos los proyectos se acunan deseosos de hacer viable la democracia que reclama el pueblo, de manera especial quienes conforman la mayoría de la población, vale decir aquellos que reclaman el derecho a vivir con dignidad.

Bien se sabe que el vocablo “democracia” se conceptúa como una actitud en la vida social, una filosofía política, una técnica y una forma de gobierno. Esa es parte de la teoría. Hay quienes tienen otras definiciones. En el caso de nosotros, podemos precisar que “democracia” más que otra cosa es una actitud que le permite a todos los miembros de la sociedad política su participación en el “bien común” y, hay que recalcarlo, se sienten en la obligación de actuar conforme a sus posibilidades en la realización de la “obra común”. Existe consecuencia de una cuota de responsabilidad, que lleva al logro de frutos de beneficios para todos, sin discriminación ni marginación.

No es tan sencillo en consecuencia hablar de reforma política y mucho menos abrir la boca para llenarse de predicas demagógicas. Hay que entender con verdadero conocimiento de causa que democracia es gobierno del pueblo, el mismo que es el sujeto de los actos que son definitivos para su vida. ¿Esto sucede en nuestro país? ¿Vivimos realmente en democracia? Los actuales conflictos políticos, sumados a los de otrora, nos dan la respuesta. Con algo de audacia se podría hablar de una democracia subdesarrollada.

Cuando nos referimos al “pueblo” como sujeto, lo que queremos expresar es que el mismo está constituido por cada uno de los ciudadanos, cualquiera sea su condición y que tienen la capacidad de asumir y de decidir libremente sobre su propio destino y que, de ninguna manera, debe concebirse como el simple objeto de un poder paternalista.

La reforma política tan esperada, es verdad, no puede ser un simple juego de palabras, ni de textos elaborados para satisfacer los intereses egoístas, avaros, vanos de cualquier naturaleza, de quienes tienen la certidumbre que el país es de alguna manera su hacienda y que pueden disponer de ella en la forma que les venga en gana.

La reforma política debe darse distinguiendo el concepto de “pueblo” y el que corresponde al de “masa”. El “pueblo” vive y se mueve por su vida propia. La “masa” o “multitud amorfa” es de por si inerte y es factible de ser manipulada desde afuera. Recalcamos, se siente la presencia del pueblo cuando este vive la plenitud de la vida de los seres humanos, hombres y mujeres, jóvenes y adultos que lo integran. Ese pueblo es consciente de su propia responsabilidad y tiene sus condiciones.

¿Habrá capacidad intelectual entre quienes definirán el futuro de la reforma política? ¿Quiénes intervengan en el debate y en el acuerdo final se despojarán de intereses mezquinos? Por lo pronto, es bueno que se enteren que el Estado no tiene facultades ni derechos por encima del Cuerpo Político. Sus atribuciones corresponden al Cuerpo Político. Es una falacia hablar de “soberanía del Estado”, si se comprende por “soberanía” el derecho al ejercicio de un poder trascendente y separado del pueblo.

Quizás en estos momentos haya quienes se pregunten ¿qué supone la democracia como forma de gobierno? Adelantamos algunos aspectos de ello: Aceptación, del consentimiento popular sobre el régimen político y el gobierno, la representación del pueblo en todas las instancias de las decisiones fundamentales, respeto y cumplimiento de los derechos humanos, sean políticos, sociales o económicos, conocimiento y respeto del ordenamiento jurídico, con atribuciones y deberes de gobernantes y gobernados, participación de la sociedad en los diferentes sectores de la vida social del país, mecanismos de control sobre los poderes públicos, política de transparencia informativa real sobre las necesidades, aspiraciones y exigencias de los gobernados, pluralismo en la vida de la sociedad y el derecho a diferenciarse que es correlativo del deber de realizarse.

La sociedad humana, el ciudadano es un ser natural finito y carente, cada ser humano tiene aspiraciones, herencias, dolores, desilusiones, esperanza, frustraciones. La tarea de la reforma política debe ser asumida, en consecuencia, con la mayor responsabilidad.

 

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