Los candidatos y su identidad con el capitalismo salvaje

 

A la fecha no sale de labios de los presuntos candidatos a la presidencia de la República una sola palabra prometedora que alivie la penosa situación en la que se encuentran millones de peruanos que viven de su trabajo. Hasta fines de la década de los ochenta del reciente siglo pasado, era toda una esperanza que ellas tuvieran en la organización sindical el lugar obligado para proteger y defender sus derechos sociales y económicos. Con la llegada de Alberto Fujimori y la puesta en marcha de la salvaje economía neoliberal tal institución quedo prácticamente en escombros. La colectividades políticas de entonces y algunas pocas que quedan aun, guardaron silencio sepulcral. Se alinearon con el nuevo orden. Los dirigentes de las centrales sindicales no entendieron a fondo las tendencias del mercado laboral ni supieron unificar las acciones de los trabajadores dentro de objetivos comunes. No estaban preparados por afrontar tal tragedia.

Las políticas de ajuste estructural originaron, sin alternativa que le salieran al frente, una mayor subutilización de la fuerza laboral y una creciente precarización del empleo. A partir de entonces se acentuó la participación del sector informal urbano en la absorción del empleo en forma extrema, mientras el sector de la economía rural de subsistencia era una suerte de refugio para la población campesina que se resistía a emigrar a la urbe. En el mercado de trabajo se intensificó el proceso de precarización del salario, trabajo a tiempo parcial y temporal y la subcontratación de la mano de obra.

Los candidatos que vienen haciendo ofertas, algunas desorbitadas y nada creíbles, no hacen mención a esta parte de la historia política del país. Extraño porque para nadie es un misterio que la economía neoliberal ha impactado negativamente en la organización sindical de los trabajadores. Ello pese a las consecuencias que tiene en lo social, económico y político y que se pueden estudiar desde dos planos: la globalización de la misma en términos económicos convencionales y la globalización en términos de crísis ideológicas. Tales procesos han afectado las prácticas sindicales a tal punto que cada vez son más dependientes del crecimiento económico y de las políticas públicas. Debo aclarar que extraño es un decir. Ellos se identifican y sirven de testaferros de quienes mueven los hilos del poder económico y político desde otras alturas.

Por lo demás no escapa al conocimiento de quienes ven con preocupación la fragilidad de esta forma de organización social, las proclamas de los filósofos del neoliberalismo, como el austríaco Von Hayek, quien afirmó años atrás que la justicia social era incompatible con la libertad y la democracia y que esperaba que un día no muy lejano la humanidad tuviera hasta vergüenza de utilizar el término de justicia social. En pocas palabras que su sueño era ver un mundo donde los trabajadores convivieran en un sistema de servidumbre, sin posibilidad que se respetara su derecho a una vida digna, como en los siglos pasados de las más bárbaras de las esclavitudes.

¿Comparten los candidatos a la presidencia de la República ese mismo anhelo? Por el silencio que guardan, parece que sí. Sería un poco interesante, aunque sea para encandilarnos que Keiko Fujimori, PPK, Acuña o Alan García abrieran la boca y balbucearan algo al respecto. Pero estamos pidiendo lo imposible. Ellos se consideran miembros natos de esa cofradía para quienes el mundo está viviendo un momento estelar con el neoliberalismo como sistema económico y hasta como ideología. Han olvidado que una sociedad sin justicia social y sin solidaridad no pasa de ser un proyecto de capitalismo inhumano. Para ellos lo social es un costo, es un gasto no rentable y por lo tanto debe ser descartado para desarrollar una economía de bonanza, productiva, moderna, competitiva. Para ellos sólo y únicamente el mercado es el llamado a regular, a resolver esta problemática y que, en consecuencia, el Estado y los sindicatos no deben intervenir ni poner tropiezos que obstaculicen el desarrollo de la libertad absoluta que necesita el mercado.

Craso error. No conocen en unos casos y prefieren olvidar en otros, que los grandes procesos sociales que ha vivido la humanidad, hacen ver que el mercado es un elemento natural de la economía, que no se puede quedar en tal estado natural en forma definitiva. Por una sencilla razón: La naturaleza suele ser cruel y violenta. Por eso mismo no debe extrañar que la teoría del mercado libre, en estado natural puro, conduce inevitablemente al capitalismo salvaje. El mercado, en cambio, puede ser positivo cuando intervienen en su proceso de desarrollo tanto las fuerzas sociales como el propio Estado.

 

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