Maturín, allá vamos

 

Se acerca el partido ante Venezuela en Maturín con la misión encargada a la selección peruana de no perder, mejor todavía, con los cuchillos entre los dientes para no perder el tren de la clasificación para el Mundial de Rusia 2018.

En una situación como la que nos encontramos, ganar a Venezuela es todavía una gota de agua en el desierto. Por lo menos un paso para que cinco días después en Lima, frente a Uruguay, completemos la faena impecable que apuntamos en un mes que poder ser fatídico o glorioso.

Las opciones son pocas, no aparecen en el océano tantas ofertas de pesca. Solo queda como posibilidad destrabar la irregular campaña para darle un pellizco a la perfección de alcanzar la suma de los seis puntos en la fecha doble de marzo.

Quiere decir que ahora más que nunca los muchachos de Ricardo Gareca entran en régimen de absoluto rigor de no cometer errores, ser deliberadamente finos y despiertos. Con aguda atención en defender y atacar con remolque repleto de ideas ofensivas.

Venezuela ya dejó de ser el rival temeroso de antaño. Su fútbol ha crecido, tiene jugadores de exportación y su selección se ha vuelto atrevida. Con pretensiones de grandeza y acaso la timidez de ayer es hoy insolencia pura.

Las estadísticas todavía nos respaldan. Son más las veces que hemos ganado pero la realidad actual es distinta porque cuesta derrotarlos. Como local se fortalece y sus hinchas ya adoptaron el fútbol como deporte preferido.

El básquetbol, boxeo y béisbol sigue siendo los deportes emblemáticos de los venezolanos. Sin embargo el fútbol es parte de su pasión, la selección es su nueva piel. Como tal, apoyan y sus estadios se convierten en calderas. La figura de equipo mediocre y sumiso a bajar la cabeza se ha transformado en otro: Nadie sale vivo, el rival no puede sentirse cómodo en suelo venezolano.

Este es el ambiente que seguramente encontrará la selección bicolor en una cancha inclinada, tapizada de filudas asperezas para ellos vital que apunta a escribir la nueva historia del fútbol venezolano.

La selección peruana tiene en contraparte el fútbol que al rival incomoda, la pelota en el piso, bien jugado el balón, arte, picardía e inspiración que en el manual táctico no aparece. Solamente, se da. Con esa improvisación que no permite predecir y entonces la autopista queda limpia de asperezas. De ser así, suena bonito.

La bicolor ha conformado un grupo que provoca confianza. El nivel alcanzado por Paolo Guerrero, Christian Cueva, Miguel Trauco, Raúl Ruidíaz, Edison Flores y otros hace que confiemos en marzo como el mes de la alegría en contraparte a la desgracia de los huaicos y tanto dolor de muchos peruanos.
Queda todo en espera del trabajo que realice Ricardo Gareca y sus muchachos. En esta fecha doble sabremos si hay vida o definitivamente nos quedamos varados sin mundial y una intentona fallida.

Por lo menos el optimismo es contagiante, ese deseo de sacar adelante la clasificación es lo que mantiene en vigilia a los peruanos. La faena de Maturín está cerca, nuestro corazón al lado de los muchachos.

 

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