Migrantes y refugiados

 

El día 29 de septiembre tiene lugar la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado. Migrante significa tanto a quien sale de un país (emigrante) como al que entra en otro país para establecerse allí (Inmigrante). Por refugiado se entiende la persona que a causa de guerras o de persecuciones políticas se ve obligado a buscar amparo fuera de su país. La Jornada es de orden mundial ya que estas realidades afectan a la humanidad en conjunto, por unos motivos u otros. Los medios de comunicación se hacen eco de este hecho en inmensas proporciones ya que representa un desafío mundial de cara al futuro. En España lo vivimos diariamente; en cuanto a personas y cristianos para afrontarlo con comprensión y humanidad.

Los españoles hemos sido emigrantes desde hace siglos con diversas oleadas; antes a América Latina y en decenios próximos a nosotros todavía a diversos países de Europa. La experiencia histórica debe facilitarnos la adopción de actitudes en sintonía con las diversas perspectivas de esta realidad tan compleja. Es fácil comprender que hay muchos sufrimientos y muchas incertidumbres cuando una persona deja su familia, su pueblo, su tierra, su cultura y se pone en camino sin saber adónde va realmente. Nadie debe verse obligado a emigrar y a nadie se le debe prohibir salir buscando legítimamente otros horizontes de vida personal y familiar. También como españoles hemos conocido la necesidad de buscar refugio en otros lugares, agradeciendo la acogida y padeciendo el rechazo.

En la Sagrada Escritura, que es una historia larga y riquísima de humanidad, hay testimonios de la necesidad de salir y de exhortaciones a recibir a los llegados de lejos.

En el libro segundo de la Sagrada Escritura, Éxodo, (que significa Salida), se nos narra cómo Dios se manifestó a Moisés en Egipto, conmovido por las pesadas cargas que los egipcios ponían diariamente sobre sus hombros (cf. Ex. 3, 13-2). El clamor de Israel en Egipto ha subido hasta Dios, que se compadeció de su aflicción y decidió liberarlos. Precisamente a esa misión envía Dios a Moisés. Moisés se siente débil para cumplir el encargo, pero al final obedece el envío de Dios, que nunca lo abandona en esa enorme misión. El Señor busca mediadores para la obra de liberación. Estemos siempre atentos al sufrimiento de los hombres y ofrezcamos nuestra colaboración. Traduciéndolo a nuestras realidades de emigración y de salida forzada, ¿qué hacemos en los países de donde proceden los emigrantes y refugiados? Si allí están cerradas las puertas de la esperanza, ¿cómo no van a intentar abrirlas en otros lugares?

No se debe desatender a la peligrosa travesía desde el lugar de origen hasta el lugar soñado. ¡Cuántos sufrimientos y abusos, unas veces causados por personas individuales y otras veces por grupos más o menos organizados! La Jornada de Migrantes y Refugiados no puede ser solo ocasión para conocer teóricamente las migraciones sino sobre todo interrelación para comprender con la mente y el corazón el sufrimiento de hermanos nuestros.

Por lo que se refiere a la acogida y hospitalidad la Palabra de Dios insiste para que no cerremos las puertas con el corazón ni las fronteras sociales. La Carta a los Hebreos en la exhortación que dirige a los lectores recordando la acogida de Abrahan a los tres personajes que llegaron hasta su tienda (cf. Gén. 18, 2 ss.), escribe: “No olvidéis la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles” (Heb. 13, 2). El mismo Jesucristo se identifica con los forasteros atendidos: “Venid vosotros, benditos de mi Padre, porque fui forastero y me hospedasteis”. Y ante la pregunta con sorpresa de los juzgados y bendecidos: “¿Cuándo te vimos forastero y te hospedamos?”, Jesús responde: “Cada vez que lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt. 25, 34-35. 38 y 4). San Pedro en su carta exhortó a los cristianos de su tiempo y a nosotros hoy: “Sed hospitalarios unos con otros, sin protestar” (1 Ped. 9). La insistencia del Papa Francisco en acoger, proteger, promover e integrar a los inmigrantes se apoya en la Palabra de Dios, que crea compasivos y defensores de los pobres y excluidos.

En la situación actual de la humanidad es particularmente apremiante la actitud de generosidad en la acogida y de esfuerzo consciente para abrir “corredores” de inserción de los que vienen de lejos.

Hoy nuestra sociedad es también plural en la procedencia de los convivientes; por varias razones nos encontramos con personas venidas de otras latitudes hasta nosotros; muchos llegan para trabajar, vivir y compartir nuestro bienestar; también conocemos a personas que salen de su tierra huyendo del hambre, la persecución, el riesgo serio de su vida y de la de su familia. Entre las novedades de nuestra época se debe contar el fenómeno de las migraciones, del intercambio de lugares de vida. La movilidad social nos pide actitudes personales que no cierran el corazón a ninguna persona que se encuentra en la calle, en el bloque de viviendas, en el trabajo, en los servicios sociales.

Es insustituible el sentido de la humanidad y de la fraternidad para afrontar la situación actual e intentar darle una solución. Por otra parte, se comprende que sin una adecuada regulación, no cicatera sino generosa, caeríamos en el caos en el que todos naufragaríamos. También se comprende que la afinidad lingüística, religiosa y cultural de los inmigrantes y de los residentes facilita la integración.

Ante la próxima Jornada del Migrante y Refugiado pido a todos que actuemos no con egoísmo sino generosamente, con apertura y responsabilidad, evitando las reacciones instintivas de una equivocada autodefensa. La incorporación de los inmigrantes es un proceso largo que debe ser facilitado con la confianza y la ayuda.

Fuente: https://www.ideasclaras.org

 

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