No es suerte, es trabajo

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El campeonato de fútbol en el Perú se juega en familia, con indiferencia del hincha que se resiste a asistir a los estadios por razones valederas que a nadie se le ocurre corregir.

El problema es complejo porque son varios los ingredientes que empujan a los hinchas a no involucrase con el torneo doméstico tras consultar con su billetera y darse por enterado que no es solamente la entrada, se incluye la movilidad, una merienda y cuidarse de no ser bolsiqueado por los indeseables.

Muchos descartan su asistencia por cuestiones económicas y otra parte pone la violencia de las barras que meten miedo y razonablemente hace pensar que es cuestión de locos ser tribunero de fin semana.

La parte futbolística es otra cosa ante el escaso atractivo de partidos que más parecen terapias de sueño y entre bostezos soportar, además, un crudo invierno que provoca verlo por TV en la abrigada y cómoda sala de la casa.

De hecho que ser hincha peruano es bien sacrificado, muy especial y forrado de valentía para asistir a los estadios. Hay muchos que superan su miedo para desafiar la violencia, el frío, la falta de calidad de futbolistas mediocres con tal de abrigarse con el calor de otros hinchas que contagian su fe por la camiseta amada, la piel que es suficientemente atractiva para estar en las buenas y las malas.

Digamos que el hincha peruano es único en el mundo. Es distinto al hincha que va al Camp Nou o al Wanda Metropolitano y diferente a los que se fajan por alentar a la Juventus de la Serie 1 del fútbol italiano.

El fútbol peruano en todo caso debe apuntar a destruir las trabas del pasado para que el campeonato se convierta en una diversión sana de fin de semana donde la familia tenga cabida guarecida de las agresiones que por ahora es parte de la sangría inhumana de delincuentes disfrazados de hinchas.

Acaban de asesinar a un comandante de la PNP y podemos pensar cuánto es el riesgo de ir al estadio si a un miembro policial lo matan y estamos en condición de ser vulnerables ante los carroñeros del fútbol.

Queda entonces como tarea limpiar todas las impurezas para que las tribunas se vean poblados, para que el fútbol recupere su condición de espectáculo y fiesta. No trampas de muerte en cada esquina.

Un campeonato atractivo hará que los clubes puedan ser suficientemente fuertes en la parte económica para que puedan mejorar sus infraestructuras y ser sólidos para cumplir con las obligaciones de sueldos y salarios con los jugadores.

El compromiso de los dirigentes es promover el crecimiento de sus instituciones que por ahora caminan en forma precaria, no todos, pero es un clamor que se ponga en una situación tal que el campeonato no se convierta en una pelea de unos cuantos sino la pugna de todos por alcanzar el título.

Suena irreal, pero algo se debe hacer. Para que todo lo que pueda avanzarse se refleje en el poderío de la selección peruana, Pedimos la clasificación a Qatar 2020 pero hay mucho que hacer para que suceda.

 

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