Ojo a sus vidas anteriores

 

En este (perro) mundo, hay cada cosa extraña que puede ponernos de vuelta y media, cosa poco recomendable en esta época en que cualquier aproximación puede resultar sospechosa, ya que si nos levanta la cartera, puede trasmitirnos el virus que de un solo ¡Atchiss!, nos anuncie el fin de  temporada, ya que conforme nos anunció en su debut el iluminado infectólogo que la pega de ministro, bajo el auspicio de las más importantes funerarias, cuyo himno de batalla es: “¡Te sigo esperando!”… Tarde o temprano, todos tendremos el virus.

A propio recuerdo una anécdota que me contó el desaparecido “Don Sofo”, evocando sus tiempos de diplomático. Contaba él, que cierta mañana de ascensores apretados allá en los predios del legendario Torre Tagle, un estirado embajador de nosedónde, se empeñó en abordar los desfasados y estrechos elevadores que adornan dicha casa de los merengues, artefactos que construidos para ocho, terminan “elevando” a doce, porque así es la vida peruviana que no cambia ni con cuarentena estirada, mi estimado, conforme puede comprobar cualquier sobreviviente que se anime a echar un “Lucky Strike” a la calleja abandonada.

Resulta que el “Diplo” que llevaba prisa, se empeñó en abordar dicho “cajón de muerto” desde luego inestirable, y una vez que  despegó el aparato, sintió un extraño tropezón cariñoso, por el mero guardafango. Inmediatamente, el así  insinuó, volvió la cara con aire de bronca y dijo: “¡Alguien me ha tocado a mí!… ¿Quién ha sido el atrevido…? A lo cual, un moreno peso welter, con aires de barra aliancista, aclaró al toque: “Yo si lo tocao dotor… Pero no ha sío con la mano!” Ante lo cual brotaron las carcajadas, porque todo el mundo se ríe de lo que les sucede a los demás, abrigando el pálpito equivocado, de que aquello no le sucederá a él mismo nunca jamás en su vidaurre.

Bueno, pero a lo que íbamos, como dijo mi compadre Erick, cuando la chibola amenazó arrugar a la puerta del telo chino. Lo importante, para encontrar nuestro equilibrio emocional, es  por lo menos, sospechar quiénes fuimos en nuestra anterior vidorra, cómo la vimos desde ahí y en consecuencia, a cómo nos tocará el resto del presente y a dónde podremos ir a parar, una  vez que el tío Merino, nos incorpore a su ranking de ingresos presupuestales. Pues aunque usted no crea en la reencarnación, o reenganche vivencial como dicen los leídos y escribidos, mejor es apuntarse a esa creencia, que jugar al pin ball, corriendo el riesgo de aterrizar en las cavernas de Don Sata, una vez que San Drope, haya revisado  nuestro “ridículum” para juego decirnos “Manan Canchu” antes de tirarnos la portavianda del cielito lindo, sobre la insolente ñata de difuntos refunfuñones.

A propo. Recuerdo a una graciosa parejita que programó su despegue de este rioba, haciendo el amoroso pacto que obligaba al primero en marcharse de este valle de lagrimones, a hacer un “remember voyage” por casita, a fin de informar a la llorosa media naranja de cómo andaban las cosas por allanga.

Y como hay -aún en nuestra impávida tierra y más allá- gente cumplidora de promesas y no como la Martha Chaira hoy reenganchada en el fugaz hemicirco que nos alumbra, con sus despelotes.

Y entonces pues, murió el payaso como se dice y su inconsolable viuda- tras cobrar el segurola, desde luego- se apersonó al gran salón de Madame Cachucha, pidiendo a esta emprendedora del “Más allá”  que le hiciera un Wat Sap, con el fono de las tinieblas. Y entonces, tras una larga pausa dramática, el solicitado fiambre se puso al fono, desarrollándose el siguiente chamullo más sentimental que culebrón turco, maquillado por mariachis “Aló Pancito:¿Eres tú?.- “¡Claro que soy yo. ¿para qué soy bueno?. “Te diré que últimamente, para muy poca cosa. Pero dime ¿Cómo se va por el otro barrio? “Pues muy bien. Fíjate. De mañana, me levanto muy temprano, hago el amor y luego me despacho tremendo desayuno de zanahorias, coliflor y tomatitos, porque eso si, aquí todo es yerba santa, para que te enteres. Luego, vuelvo a hacer el amor y después como quien se pone en forma, para la segunda vuelta, me voy a corretear por las chacras. Luego regreso, hago el amor otra vez y… -¡oye, oye!… lo interrumpió la doliente inconsolable. Entonces, tú estarás en el Cielo, si lo pasas a cuerpo de rey. ¡Qué gracioso!. “No le argumentó el dichoso fiambre- Lo que pasa, es que me he reencarnado en conejo… y estoy viviendo en la campiña piurana! ¿Qué les parece?… ¡No somos nada!

 

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