Periodista y mendigo (I)

 

LO CONOCÍ AL BORDE DE LA MUERTE

Conocí a Isaac Felipe Montoro, en el curso de una movida y muy bien regada cena del antiguo chifa San Joy Lao, disfrutando el adiós que le brindaba toda la plana de redacción, ya que el citado poeta, cesado cronista de locales, se encaminaba al quirófano para afrontar la extirpación de uno de sus pulmones atrozmente carcomido por la tuberculosis.

Los discursos estuvieron a cargo de Don Guillermo Cortez Núñez, «Cuatacho» y Lucho Loli, indiscutibles “estrellas” de mi inolvidable “Última Hora”, diario en el cual, allá a fines del 59, debutaba yo, como empeñoso «practicante» de la Sección Deportes.

Recuerdo que los asistentes a este ágape, de contornos más bien necrológicos, abrazaban a Isaac Felipe, como entendiendo que el “colega” transitaba ya, aquella zona del vivir, que “graciosamente” se califica de “Un Paso Al Más Allá”, o sea, «wantán y chaufa», mi estimado.

HABLA EL QUE SE VA

A eso de la media noche, el propio así, homenajeado, tomó palabra, aunque, la verdad, no creo que nadie entendiera lo que dijo, pues antes de tomarla, el hombre había tomado más de la cuenta y era mayor la atención que prestaba al platillo de plaqué y al trajinado pergamino, en el cual, los colegas y amigos, testimoniábamos nuestro afecto y buenos deseos, al candidato a difunto.

Pero resulta que no todos los candidatos son electos y, algunos años más tarde, reencontré a tan tempranamente despedido de este (perro) mundo, laborando en el diario “Expreso” (primera Etapa), en el cual, se había ganado el puesto en la plana de redacción de una extraña, increíble manera. Es decir, no sólo pidiendo limosna, sino viviendo como mendigo, un año completito, prueba de admisión que le fue impuesta por el Maestro Guillermo Cortez Núñez, cuyo arequipeño sentido del humor, resultó siempre un enigma para quienes lo apreciamos tanto.

¿DESAFÍO O…”PORTAZO”?

Quizás el entonces Director del citado diario, planteó tan bizarro desafío, pensando desanimar a Isaac Felipe, sin imaginar que tan empecinado “no muerto”, iba a aceptarlo hasta las últimas consecuencias.

Sí pues. El hombre se atavió con los peores andrajos que pudo conseguir en “La parada”, se dejó la barba y caló sobre su azambada testa un maltratado chambergo pajizo que encontró en un muladar.

Y así caracterizado se sentó a la templaria puerta de “La Merced” y empezó a mendigar, al principio sin mayores resultados. Hasta que un veterano del oficio a quien llamaría “El Rengo”, lo tomó a su cargo, enseñándole a “pordiosear” recitando un estribillo motivador, para luego llevarlo a almorzar “La Porciúncula” que repartían los curitas franciscanos, allá al fondo de la Alameda que cantó Chabuca y, luego, a asentar tan piadoso llantar, nada menos que con ron de quemar. Sí.

Ese mismo verdoso combustible que servía en los más infames recovecos de esta Lima, para calentar comistrajos de los súper pobres que en esta tierra han sido.

LA DEGRADACIÓN HUMANA

Para abreviar, Isaac Felipe, fue descendiendo en la escala de la degradación humana. Convivió con prostitutas de la más baja estofa, alternó con rateros y matasietes, vivió la descarnada miseria en vivo y en directo, en las covachas de los cerros, o las riberas del Rímac y, a veces, pernoctó en calabozos, a raíz de indiscriminadas batidas policiales. (MAÑANA: TESTIGO DE UN CRIMEN).

 

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