¿Por qué está jodido el Perú?

 

En el Perú todo se ha perdido, menos el humor. Conocidos personajes de la llamada clase política lo están demostrando. Ni el hecho mismo de verse involucrados, unos más visibles que otros, en el ruidoso escándalo de la corrupción que podría llevarlos a la cárcel por haberse beneficiado con los millonarios sobornos de Odebrecht, les resta el afán de protagonismo con frases que constituyen una mezcla rara de descaro e hilaridad.

Pruebas al canto. Alejandro Toledo con su criolla salida: “Nunca me he fugado” se ha convertido en el telonero de esta jornada bufonesca, reforzada con las expresiones de Alan García, quien con la expresión: “A mí no me metan en la pandilla de los expresidentes” se ha ganado el derecho de ser considerado como el actor estelar de la temporada circense. Esto en apretada disputa con Ollanta Humala, quien sabiendo que tiene prohibición judicial de salir del país, no ha tenido reparos en citar: “Nadie quisiera estar en el mismo saco con el doctor García, en el mismo club de presidentes prófugos que se van afuera a vivir”.

Más pruebas. Estas corren a cargo de Eliane Karp. Con solemnidad, que habría que interpretar desde ópticas diferentes, ha mencionado que “al peor nunca le pasa nada”. ¿Protesta o reclamo? ¿O quizá las dos cosas? Dejemos correr el tiempo, no sin antes poner en la marquesina carnavalera a Keiko Sofía, quien con su: “Basta de cortinas de humo con investigaciones sin fundamento al fujimorismo para tapar Odebrecht”, se cubre de gracia para evitar que se pongan al descubierto los negociados de la época Odebrecht-Fujimori o los misterios de los contenedores que escondían cocaína en los almacenes aduaneros de su hermano Kenji.

Está claro que en medio del rechazo ciudadano a los actos delincuenciales, la población también recrea su indignación con estas frases, pero sinceramente creo que no todos han medido las consecuencias de este pésimo momento en la vida política y que ha traído como consecuencia que recientes evaluaciones internacionales hayan concluído que Perú hoy por hoy es la capital de la corrupción.

Pero que significa corrupción. Stephen Morris, un estudioso gringo señala que “se le ha definido como el uso ilegítimo del poder político para el benficio privado”. Otra definición corresponde con su carga jurídica a Guillermo Brizio, el mismo que nos dice “Se designa a la corrupción como un fenómeno social, a traves del cual un servidor público, es impulsado a actuar en contra de las leyes, normatividad y prácticas implementados, a fin de favorecer intereses particulares”.

Bastan esos conceptos para entender la gravedad de lo que está sucediendo en el país. Hay más de una razón de peso. La corrupción tiene sus consecuencias. Favorece la consolidación de élites y burocracias políticas y económicas; erosiona la credibilidad y legitimidad de los gobiernos; reproduce una concepción patrimonialista del poder; reduce los ingresos fiscales e impide que los escasos recursos públicos coadyuven al desarrollo y bienestar social; permite la aprobación y operación de leyes, programas y políticas, sin sustento y legitimidad popular; revitaliza una cultura de la corrupción y contribuye a su proliferación.

¿Esto es verdad? Bueno, sería conveniente que los despistados o quienes desean en verdad un Perú distinto, revisen las páginas verdaderas de la historia nacional. No solamente aquellos ingratos episodios del nacimiento de la república y subsiguientes años, sino también aquellos sucesos acaecidos durante los regímenes como los de Mariano Ignacio Prado, Nicolás de Piérola, Augusto Bernardino Leguía, Luis Sánchez Cerro, Oscar R. Benavides, Manuel Prado Ugarteche, Manuel A. Odría -a éste sus áulicos lo premiaron con una mansión-, Fernando Belaunde Terry (¿lo sucedido con la política petrolera no fue un acto de corrupción?) hasta llegar a los hechos de las recientes décadas, durante los cuales existen quienes han seguido los pasos ladronescos de Alberto Kenya Fujimori. Tal lectura nos permitirá entender porqué está jodido el Perú.

 

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