¿Por qué importa la venida de Francisco?

 

El Papa es el sucesor de san Pedro. Vicario de Cristo en la Tierra, cabeza visible de la Iglesia. Para los cristianos Jesucristo es Dios, y Él dejó muy claro que quería formar una Iglesia y que su cabeza visible sería el Papa. Los textos de Mateo 16, 16-19 y Juan 21, 15-17 no dejan mentir. Según Lucas 22, 31-32 su labor es confirmar la fe y ser principio de unidad en la Iglesia.

La Iglesia es la familia de Dios aquí en la Tierra, la comunidad de quienes siguen a Jesucristo y procuran ser fieles a sus enseñanzas, esperando gozar de su compañía eternamente en el cielo. Es importante porque Jesucristo ha querido servirse de ella para que entremos en comunión con Dios y con nuestros hermanos los hombres.

Es innegable que la Iglesia ha jugado históricamente un papel fundamental en el Perú. Ha contribuido en la formación de su identidad. En efecto, desde antes del nacimiento del Perú colaboró en la configuración de su espíritu y sus tradiciones. Los nombres de los lugares, las fiestas populares, la disposición de los edificios en las ciudades, rezuman sentido cristiano. Estuvo presente en los albores de la independencia, en su misma proclamación, y acompañó a la incipiente república en sus primeros pasos. Siempre se ha hecho cargo de labores a un tiempo fundamentales y sacrificadas, como son la educación, la atención a los enfermos, ancianos y huérfanos; siempre ha estado presente en los puntos conflictivos de la sociedad, como pueden ser la atención a los presos o la preocupación por los pobres y la promoción de la justicia social. De dicha colaboración se hace eco la constitución peruana que en su artículo n. 50 afirma: “el estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú y le presta su colaboración”.

Francisco es el sucesor número 266 de san Pedro. Es decir, históricamente hay una línea ininterrumpida que comunica a Francisco con san Pedro y a este con Jesús y su voluntad de cimentar una Iglesia apoyada en él. Es especial por muchas cosas, pero por dos motivos particulares: es el primer papa latinoamericano de la historia, lo cual implica que comparte nuestra idiosincrasia, es decir, nos entiende mejor. Además es el primer papa jesuita de la historia.

Resulta difícil individuar la causa de su carisma mediático. La gente, y en particular los jóvenes, intuyen la autenticidad de su vida a través de sus gestos. El Papa Francisco es auténtico, y esa autenticidad se evidencia en actos concretos, predicando siempre con el ejemplo. Particularmente atractivo resulta su mensaje de amor por la pobreza, preocupación por los pobres, fomento de las obras de misericordia y el cuidado de la naturaleza.

Francisco viene al Perú no como un jefe de estado. Es jefe de estado y va a ser tratado como tal, pero el carácter de su visita es pastoral. Viene a confirmarnos en la fe y en el amor a Jesucristo. El presente viaje lleva por lema: “unidos por la esperanza”. Hace unos meses, hablando de la ilusión que le hacía su venida, nos dejó una tarea bien concreta: “trabajen en la unidad y en la esperanza”. Francisco quiere que como peruanos y como Iglesia estemos más unidos y, como le gusta repetir, “no nos dejemos arrebatar la esperanza”. En los jóvenes esa esperanza encuentra su expresión tangible en la alegría de vivir, que debe ser contagiosa, adquiriendo así el carácter de un servicio a los demás, pues les hace más ameno su caminar por esta vida.

La preparación para su viaje debe ser a un tiempo espiritual y práctica. Espiritual porque ese es el núcleo de su mensaje: el encuentro personal con Jesucristo y las consecuencias que eso tiene para nuestra vida en particular y para la sociedad en general. Y eso, ¿cómo se hace? No hay otra receta: oración y sacramentos frecuentes junto con la práctica de las obras de misericordia. Oración que es también ofrecer a Dios, como sacrificio agradable, nuestro estudio o nuestro trabajo. La venida de Francisco es una ocasión estupenda para limpiar el alma con el sacramento de la confesión, como él mismo nos ha dado ejemplo: la practica con frecuencia y fue clave en su discernimiento vocacional. Las obras de misericordia vienen a confirmar la experiencia de la oración, pues la oración nos empuja a salir de nosotros mismos al encuentro de los demás, descubriendo oportunidades para servirles, imitando así a Jesucristo. No es otro el contenido de una expresión castiza, muy querida por Francisco, que dirige con frecuencia a los jóvenes: “ser callejeros”.

 

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